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Rituales degradantes

10 de febrero de 2010

El caso de un recluta alemán que padeció humillantes rituales impuestos por la élite del batallón en donde hacía el servicio militar vuelve a arrojar luz sobre la tendencia al abuso de poder en los cuarteles.

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Cazadores de Montaña de la 3.ª brigada en ejercicios.Imagen: AP

Consumir alcohol hasta vomitar, comer hígado de cerdo crudo, escalar pendientes completamente desnudos frente a los camaradas… Estas son algunas de las prácticas que los miembros de un cuerpo de infantería de montaña del Ejército alemán en Alta Baviera han venido imponiendo desde hace años a los soldados que entran a esa tropa de élite, conocida como los Gebirgsjäger (Cazadores de Montaña) de Mittenwald y recordada por haberse retratado en Afganistán sosteniendo calaveras y huesos humanos.

Algo más que bromas pesadas

Las fotografías en cuestión acapararon titulares en 2006, pero los degradantes rituales descritos anteriormente acaban de salir a la luz, pese a que se vienen practicando desde finales de la década de los ochenta. Eso dice la denuncia interpuesta por el ex recluta que durante su servicio militar, en junio de 2009, se vio obligado por los “jefes” de la jerarquía interna de este batallón a atravesar duras pruebas durante dos días seguidos.

Sus acusaciones llegaron el año pasado a manos de Reinhold Robbe, suerte de ombudsman encargado de garantizar los derechos de los soldados y protegerlos de abusos dentro de la instituciones militares. El comandante de los imputados –los cazadores de montaña del Batallón 233–, Fred Siems, inició las investigaciones el 4 de febrero y se espera que el Ministerio Público asuma el caso de un momento a otro. Lo cierto es que este hecho, que en otras latitudes quedaría impune, como si el uso de violencia y el abuso de poder fueran rasgos legítimos de la cultura castrense, en Alemania trae consecuencias poco honrosas.

Prácticas nada honrosas

De los 24 miembros del batallón que actualmente se encuentran en Mittenwald, casi la mitad ha sido interrogada. Siems insiste en que los vejatorios rituales del mes de junio tuvieron lugar fuera del cuartel, los implicados participaron en ellos durante sus horas libres y lo hicieron portando indumentaria civil; pero, sobre todo, subraya que ninguna de las autoridades superiores sabía de estas ceremonias de dominación y subordinación. En cambio, el denunciante asegura que militares de mayor rango estaban conscientes de lo que estaba ocurriendo y no intervinieron para evitarlo.

Para Robbe, los argumentos presentados por Siems como atenuantes tienen poca relevancia: lo que sucedió, ocurrió durante la formación de un joven recluta y, en consecuencia, tiene que ver directamente con la institución militar. Su opinión la comparte el presidente de la Federación de Soldados y Familiares de Miembros de las FF. AA. Alemanas (DBwV, son sus siglas en alemán), Ulrich Kirsch, quien exigió llevar la investigación hasta sus últimas consecuencias: “Si se confirma lo que hoy se denuncia, habrá que exigirle cuentas tanto a los que participaron en estos hechos como a los que le dieron la espalda”, señaló Kirsch en entrevista para el canal de noticias N24.

Los soldados tienen derechos

Wehrbeauftragter. Ese es el nombre oficial del cargo ocupado por el socialdemócrata Reinhold Robbe en el seno del Bundestag, una instancia tan antigua como el propio Ejército alemán. La iniciativa para crear este cargo surgió en el Parlamento a mediados de los años cincuenta; las experiencias dejadas por el militarismo nacionalsocialista en Alemania no dejaban lugar a dudas: era un político y no un militar el que debía fungir como bisagra entre el Ejército –entonces recién fundado– y el Parlamento, como persona de confianza de los soldados y representante del Bundestag en las tropas.

Como sus antecesores, Robbe cumple sus funciones independientemente del partido de Gobierno y, de ser necesario, puede orear críticas concretas hacia el ministro de Defensa o militares de alto rango sin temer ser despedido por ello. Robbe y sus cincuenta colaboradores reciben las denuncias o quejas de los soldados, inspeccionan cuarteles sin previo aviso y visita cuarteles en el extranjero adonde han sido enviadas misiones militares alemanas. Más importante aún, los soldados conocen bien sus derechos y hacen uso de ellos: cada año, la oficina de este “comisionado de los soldados” recibe un promedio de 6.000 notificaciones o confidencias.

Domesticando la cultura castrense

Hasta 1956, esta instancia de control nunca había existido en Alemania; de ahí que sus promotores tomaran el ombudsman militar de los suecos como referencia. Ahora, el control parlamentario de las fuerzas armadas no puede concebirse sin la figura del Wehrbeauftragter y esta instancia empieza a llamar la atención en otras partes del mundo.

Autor: Evan Romero-Castillo / dpa / apn / dw

Editor: Pablo Kummetz