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Histórico adiós a Juan Pablo II

8 de abril de 2005

El papa descansa ya bajo tierra en las Grutas Vaticanas, tras un funeral celebrado en la plaza de San Pedro. Millones de fieles pedían su canonización al grito de "¡Santo, ya!.

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El arzobispo Piero Marini coloca las medallas de Juan Pablo II antes de cerrar su ataúd.Imagen: AP

El funeral solemne con el que el mundo se despidió del Papa Juan Pablo II fue también una demostración del Vaticano de Roma como potencia mundial. A las exequias asistieron los líderes políticos de todas las latitudes del orbe, representantes de todas las confesiones religiosas, así como de cientos de miles de peregrinos provenientes de todo el mundo, sobre todo polacos venidos desde la tierra en la que el Pontífice no descartó descansar para siempre.

Pero no fue una manifestación de poder de la Iglesia Católica por sí misma. El mundo acudió a rendir un último homenaje al Pontífice que traspasó las fronteras del mundo cristiano, que reconoció la culpabilidad del cristianismo frente a otras confesiones y otros pueblos. Sin consideraciones a la jerarquía de la Iglesia y de la Vieja Europa, convocó la energía espiritual de otras regiones del mundo. Lo hizo con la fascinadora fuerza de alguien que cree que la fé individual es la convicción más fuerte para todos en todo lugar.

Jornada histórica

Fue el entierro más multitudinario de un Papa en la historia. Los miles de fieles en las calles de Roma se hicieron coro de un sentimiento común y pedían a gritos que el Papa fuera canonizado. La misa ecuménica que duró más de dos horas y media fue oficiada por el cardenal alemán Joseph Ratzinger, quien agradeció a Juan Pablo II haber seguido en activo hasta el final pese a su débil estado de salud.

El féretro de ciprés con el cuerpo del Pontífice fue expuesto desde la escalinata de la Basílica, a unos metros de distancia de donde más de 200 dirigentes de todos los países del mundo y de todos los credos, seguían la liturgia.

La solemnidad de la ceremonia fue interrumpida en varias ocasiones por aplausos o gritos de "Santo, ya", "Santo, ya", de los feligreses peregrinos. También se veían pancartas pidiendo la canonización del Pontífice. En la Plaza de San Pedro y las calles cercanas había unas 300.000 personas. Fueron los privilegiados que lograron acercarse tras una noche de espera. Alrededor de un millón y medio de peregrinos siguieron el funeral desde alguna de las pantallas gigantes colocadas en distintos puntos de Roma.

Mandatarios de todo el mundo

Más de 200 personalidades de todo el mundo, entre ellos numerosos jefes de Estado y de Gobierno, acudieron al réquiem, entre ellos el secretario general de la ONU, Kofi Annan, el presidente estadounidense, George W. Bush, el francés Jacques Chirac, el canciller alemán Gerhard Schröder, el premier británico Tony Blair, el rey Juan Carlos I de España, el nobel de la Paz Nelson Mandela, y muchos más. También estuvieron los representantes de todas las confesiones religiosas, de la Iglesia Anglicana, Ortodoxas Griega, Rumana y Rusa, también estuvieron representantes de la Liga Árabe, de la Unión Europea, las Naciones Unidas y de la OTAN.

Todos vestían riguroso luto salvo por algunos dirigentes árabes y asiáticos que iban ataviados con llamativos trajes. Al término de la ceremonia fúnebre, todos los presentes despidieron al Pontífice con un largo aplauso que acompañó al ataúd en su camino a las Grutas Vaticanas.