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Duisburgo, una ciudad en proceso de cambio

8 de diciembre de 2010

Esta urbe de medio millón de habitantes tiene un pie en la región del Ruhr y otro en el Bajo Rin.

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El puerto de Duisburgo y al fondo el puente Friedrich-Ebert-Brücke.Imagen: picture alliance/dpa

Duisburgo no es un lugar que inspire amor a primera vista. Comparada con Heidelberg, Múnich, Hamburgo y otras ciudades alemanas que usualmente atrapan a los turistas, Duisburgo parece más bien un patito feo.

Primer motivo de desencanto: su arquitectura. Finalizada la Segunda Guerra Mundial apenas quedó piedra sobre piedra en el casco antiguo de la ciudad. Los bombardeos destruyeron cerca del 90 por ciento de sus edificios; por eso, el estilo arquitectónico que domina hoy en el centro urbano es el de la posguerra. Segundo motivo: el tráfico. Cuatro autopistas surcan los alrededores de Duisburgo; una ventaja para quienes dependen del coche, una maldición para quienes querrían tener un poco más de sosiego.

Tras el boom económico que trajo la industria del acero y del hierro a la ciudad entre los años cincuenta y setenta, vino el declive financiero y estructural de la región. Ahora Duisburgo –cuyo nombre significaría “el castillo sobre el montículo”– intenta redefinirse para entrar al nuevo milenio con buen pie.

Callejeando por el puerto interior

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Delfines en el zoo de Duisburgo.Imagen: AP

Los cargueros solían traer productos de todo el mundo para desembarcarlos en el puerto interior de Duisburgo; hoy el lugar está rodeado de edificios empresariales, elegantes viviendas, bares, restaurantes y calles por donde los entusiastas de la noche pasean antes de llegar a sus destinos de juerga. No muy lejos del puerto, en el recién construido City Palais, está uno de los casinos más modernos de Alemania, un verdadero imán de turistas. Bajo este mismo techo, en la Sala Mercator –bautizada en honor al científico Gerhard Mercator– se presenta la Filarmónica de Duisburgo. Y justo al lado se extiende el Nuevo Foro, un centro comercial de 45.000 metros cuadrados.

Lo más destacado de la oferta cultural de la ciudad son, además del programa que ofrece la Filarmónica y el Teatro Municipal, el festival sociopolítico “Acentos de Duisburgo”, la Trienal del Ruhr y el Festival de Piano del Ruhr. El Museo Wilhelm Lehmbruch muestra una magnífica colección de esculturas que podría competir con la de cualquier museo europeo. Y en la zona peatonal de Duisburgo, formando parte de la “Milla de las fuentes” –un paseo adornado con fuentes de todo tipo–, sobresale una de las esculturas emblemáticas de la artista francesa Niki de Saint Phalle.

De la industria minera a la del entretenimiento

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Casino City Palais.Imagen: picture alliance/dpa

Para disfrutar del tiempo libre está también la idílica Sechs-Seen-Platte ubicada en un complejo minero inactivo conocido como “Landschaftspark Nord”, que hoy acoge un cine al aire libre, una discoteca y un centro deportivo. Y si la música, la escultura, las películas, el baile y el deporte no son suficientes para entretener al visitante de Duisburgo, aún queda el Zoológico de Duisburgo, famoso por su delfinario y sus koalas.

Por si fuera poco, también hay un “monumento” en Duisburgo que nunca ha dejado de atraer la atención de los pasantes: los edificios de la Universidad de Duisburgo-Essen, conocidos en alemán como "Keksdosen″ por su parecido con una gigantesca caja de galletas. Con 30.000 estudiantes, este centro universitario es uno de los diez más grandes de Alemania.

Autor: Sven Näbrich/Rosa Macías

Editora: Claudia Herrera Pahl