1. Ir al contenido
  2. Ir al menú principal
  3. Ir a más sitios de DW

La perla junto al Elba, Dresde

14 de diciembre de 2010

Efectivamente, Dresde es tan buena como su reputación, sólo que más hermosa. Un baño de azúcar compuesto de Barroco, arenisca y la estatua dorada de Augusto el Fuerte.

https://p.dw.com/p/OzVf
Dresde una ciudad que a pesar de los bombardeos, cuenta con edificios monumentales.

Si la primera impresión es la que cuenta, como suele decirse, a Dresde se le hace muy fácil sembrar un buen recuerdo en quienes la visitan. Incluso a distancia se deja sentir el aura especial de la urbe sajona: los prados a orillas del río Elba, sus paseos, la iglesia de Nuestra Señora, el Puente de Augusto, el Palacio Residencial…

“Augusto Superstar”

El primer asentamiento humano en las praderas del Elba data del siglo VI. Dresde es mencionada por primera vez en un documento que data de 1206. Con el príncipe elector Federico Augusto I, la ciudad consuma su ascenso a la categoría de metrópoli de la cultura y poder de rango europeo. En el siglo XVIII, bajo el mando de Augusto el Fuerte, se erigen algunas de sus construcciones más famosas, el Zwinger, la Bóveda Verde y la iglesia de Nuestra Señora. Desde entonces –y con razón– Dresde ha sido apodada “la Florencia del Elba”.

Eras de esplendor han dejado sus rastros en la ciudad. Parte de ellos son las Staatliche Dresdner Kunstsammlungen, las colecciones de arte estatales que tuvieron su origen en la época de Augusto el Fuerte y que, ocupando nada menos que once museos, se hallan entre las más significativas del mundo.

Pero Dresde también ha sobrevivido tiempos de mucha miseria. En 1760, los prusianos la bombardearon y destruyeron los pomposos edificios que justo entonces se acaban de erigir. Dos siglos después, durante la Segunda Guerra Mundial –en la noche del 13 de febrero de 1945– casi todo el centro urbano quedó reducido a escombros tras los bombardeos de los Aliados.

Deutschland Dresden Combo NO FLASH

Nueva ciudad vieja

El punto culminante de la reconstrucción de la ciudad –un proceso que tomó muchos años e involucró a buena parte de sus habitantes– es, seguramente, la restauración de la iglesia de Nuestra Señora, terminada en 2005. Su clara cúpula de arenisca resplandece desde el casco antiguo como un emblema luminoso de la nueva y orgullosa Dresde.

Sus moradores estrenaron el siglo XXI con voluntades contrastantes; unos se apegan al discreto encanto de las tradiciones y otros alardean con su avidez por lo moderno. Los amantes de la ópera se dan cita en la Semperoper mientras la vanguardia y la cultura punk van de la mano en la zona nueva de la ciudad. También la estatua ecuestre del “Caballero dorado” encontró allí su lugar, mostrando a Augusto el Fuerte radiante y en heroica pose.

Desde 1990, Dresde es nuevamente la capital del estado federado de Sajonia, algo que llena de orgullo al medio millón de habitantes de esta ciudad que, apartando todo lo anterior, también se ve representada en los bloques de cemento de Gorbitz y las supermodernas fábricas de chips en el denominado “Saxony Valley”, una de las regiones en auge de la Europa unida.

Autor: Sven Näbrich/Rosa Macías

Editor: Emilia Rojas