¿Dónde están las armas?
30 de mayo de 2003La guerra contra Irak le sigue penando al primer ministro británico, Tony Blair. ¿Dónde están las supuestas armas de exterminio masivo que volvían tan peligroso a Saddam Hussein? A un mes del término oficial de los combates de mayor envergadura, tales arsenales siguen brillando por su ausencia. Arrecian, en consecuencia, las protestas de quienes piden una explicación a los promotores de la intervención, particularmente en Londres.
Confidencias explosivas
Flaco servicio le hizo en este contexto a Blair el viceministro de Defensa estadounidense, Paul Wolfowitz. En una entrevista concedida a la revista "Vanity Fair", la mano derecha de Donald Rumsfeld comentó que las armas de exterminio masivo no fueron el principal motivo de Washington para lanzar la guerra contra Irak, y que sólo se concentraron en ellas como argumento "por motivos burocráticos". Es decir, para conseguir respaldo internacional. Como razón fundamental mencionó en cambio otra: derrocando a Saddam Hussein, Estados Unidos podría retirar sus tropas de Arabia Saudita, reduciendo así el riesgo de ser blanco de atentados terroristas.
El Pentágono intentó de inmediato relativizar tales explosivas confidencias, aseverando que las palabras de Wolfowitz habían sido sacadas de contexto, ya que él destacó que existían varios motivos para la intervención. El propio Wolfowitz tuvo que explicar al Washington Post lo que había dicho a Vanity Fair: que el presidente Bush estaba especialmente preocupado por la conexión entre armas de exterminio masivo y terrorismo. Al mismo tiempo, aseguró que había claras informaciones de los servicios de inteligencia sobre los arsenales iraquíes.
"Mentiras, mentiras, mentiras"
Pero todas las explicaciones llegaron tarde para Tony Blair, nuevamente en la mira de la prensa británica. "Las armas de exterminio masivo fueron sólo un cómodo pretexto para la guerra, admite Wolfowitz", tituló este viernes The Independent. "Mentiras, mentiras, mentiras", espetó por su parte el Daily Mirror. En un amplio abanico, de izquierda a derecha, los periódicos londinenses coinciden en hablar de una crisis de credibilidad del primer ministro.
También echaron leña a esa hoguera las informaciones entregadas en la víspera por un alto representante gubernamental -que quiso mantener su nombre en reserva- según el cual Londres había retocado una documentación del servicio de inteligencia, para que resultara más "sexy" y poder "vender" mejor la guerra. De visita en Polonia, Blair calificó todos los reproches de "completamente absurdos" pero, ante este telón de fondo, suenan un poco débiles sus llamados a "tener paciencia" hasta que aparezcan los arsenales. El jefe del gobierno británico sigue convencido de su existencia. No se puede decir lo mismo de buena parte de su electorado, que no sabe a estas alturas en quién confiar.