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Casa propia en Alemania: entre sueño y realidad

José Ospina Valencia18 de noviembre de 2006

En Alemania muchos sueñan con tener casa propia. Nueve de 10 familias alemanas quisieran que la casa en donde viven les perteneciera. Pero hay mucho trecho entre el deseo y el “hogar dulce hogar”.

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Con jardín, piscina y vista al Rin, de ser posible...Imagen: picture-alliance / dpa

El sueño de la mayoría de los alemanes es vivir en una casa propia con jardín y libre de vecinos. Pero la realidad en Alemania es otra muy distinta. Sólo un 30% de las familias vive en su propia “home sweet home”.

En ciudades como Fráncfurt del Meno, Munich, Hamburgo, Stuttgart, Colonia o Leipzig viven cinco veces más gente en arriendo que en casas o apartamentos de su propiedad. Datos de la Statistisches Bundesamtes, la Oficina Federal de Estadísticas, dicen que el 57% de los alemanes paga arriendo. La cuestión es si lo hace porque quiere o porque tiene.

España en la cabeza, Alemania en la cola

Alemania se ubica así en el penúltimo lugar de Europa occidental, antes de Suiza en la nada loable tabla de los países en donde la mayoría de sus habitantes viven en casas de alquiler. España, un país en donde reina una verdadera ansiedad que limita con la fijación colectiva por tener casa propia, es en efecto, el país que presenta una rata de propiedad individual de vivienda del 82%. Un récord europeo.

De acuerdo a Eurostat, la Oficina de la Unión Europea de Estadísticas, a España le siguen Irlanda, Italia e Inglaterra como los países en donde sus habitantes realizan el sueño de “tener casita”.

Cuando se ahorra y nunca alcanza

Los alemanes siempre han sido tenidos por férreos ahorradores. Y el Índice de Asequibilidad del Banco Alemán lo confirma también en estos días: la capacidad de pago de propiedad por ratas mensuales ha crecido en los hogares alemanes contínuamente desde 1975. ¿Por qué entonces no lo hacen? La verdad es que hay una discrepancia entre el deseo del 80% de los alemanes de comprarse sus cuatro paredes y dejar de pagar arriendo.

El dicho anglosajón de que “el que es inquilino, inquilino se queda”, encuentra extendida aplicación en Alemania más que en otras partes. Para el economista especializado en capitales, Tobias Just, del Deutsche Bank, buena parte de la culpa de que Alemania sea – o mejor, haya sido convertida en una nación de arrendatarios la tiene la Segunda Guerra Mundial cuando las tropas de aliados destruyeron la mayoría de las grandes ciudades y dejaron, literalmente, en cenizas millones de casas y apartamentos. Así perdieron millones de alemanes sus propiedades que sólo una mínima cantidad pudo recuperar.

Grandes deseos, altos precios

Según los planeadores, entre más densamente poblado sea un país, más urbano es. La consecuencia es que a mayor urbanismo, más altos los precios de terrenos edificables. Luego así una mayoría de los alemanes quiera comprar casa propia, los precios se lo impiden, ya que los terrenos han doblado su precio en sólo 10 años. Ésta es, según financiadores consultados por el servicio inglés de DW-WORLD, una las más importantes razones por la que en Alemania es muy difícil comprar finca raíz. He aquí la brecha entre sueño y realidad.

Así que la mayoría de los alemanes quiere pero no puede. En otoño de 2006 un metro cuadrado en el sur residencial de Colonia, por ejemplo, cuesta alrededor de 900 euros. Si alguien busca aquí realizar su sueño de comprar un terreno de 125 metros cuadrados - el tamaño medio de una casa – sólo para adquirir el terreno tendrá que desembolsar, según nuestro ejemplo, 130.000 euros. Y si a esta suma se agregan los costos de construcción de unos 250.000 la cuenta asciende no sólo a los 380 mil euros sino que puede incluso superarla con creces.

Holandeses aún más ahorrativos

Y si comparamos la situación con Holanda, vemos que los amantes del queso Gauda sólo pagarían por la misma casa la mitad de lo que paga alguien en Alemania. Sólo que esa casa estará en Holanda y no en Alemania y, por ahora, no piensan emigrar millones de alemanes a Holanda en busca de las siempre añoradas cuatro paredes, así los holandeses se ahorren las cortinas.