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La empresa que no se va de Venezuela a pesar de la crisis

14 de febrero de 2019

Más de tres millones de personas abandonaron ya Venezuela, y también muchas emrpesas. En cambio, Thilo Schmitz decidió que su empresa se queda en el país, porque cree firmemente que las cosas cambiarán pronto.

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Imagen: Getty Images/AFP/D. Sanchez

Algunos días hay fideos, otros, pollo o pescado. Sea como fuere, el almuerzo, que cuesta dos dólares, es un plato caliente. Para los 65 empleados que todavía trabajan en la  empresa de Thilo Schmitz, en Caracas, esa comida es importante para su supervivencia. "Muchos siguen estando ahí solo por el almuerzo. Si no lo tuvieran en nuestra compañía, ya se habrían ido”, asegura el empresario alemán-venezolano. "En Venezuela cunde la desesperación, y la gente está casi sin fuerzas”, añade.

Thilo Schmitz dirige desde Alemania una empresa mediana que distribuye en la capital venezolana material escolar, papel y artículos de escritorio, y produce, además, elementos para colorear y pegamento. Hace pocos años, la firma contaba con más de 200 trabajadores, antes de la grave crisis económica. Ahora sus cifras están en rojo, y lucha por la mera subsistencia, en el más elemental sentido de la palabra: "Todo gira alrededor de la comida”, dijo Schmitz en entrevista con DW. "Ya no se trata del aire acondicionado, que se descompuso, ni de las ruedas gastadas del coche, lo cual es muy peligroso, ni tampoco de los juguetes para los niños en Navidad. Ahora solo se trata de tener suficiente para comer”, explica.

Es el caso de uno de los empleados del depósito, que pide pantalones nuevos, ya que, como come solo una vez por día, adelgazó 20 kilos. Sus pantalones le quedan grandes. En Navidad, la compañía entregó grandes bolsas con comestibles a sus empleados. Sin embargo, todo eso no alcanza. "Por ejemplo, un martes por la tarde compramos 50 mandarinas y las colocamos sobre una bandeja, para que los empleados tuvieran su ración de carbohidratos y vitaminas. En dos minutos no quedó ni una sola fruta”, cuenta. Pero los trabajadores no se las comen, sino que se las llevan a su casa, a sus familias.

Thilo Schmitz.
Thilo Schmitz.Imagen: Privat

Una historia de éxito sin final feliz, por ahora

A todo esto, la historia de Thilo Schmitz es, en realidad, una historia exitosa. Nació en 1967 en Caracas, e hizo su bachillerato en el Colegio Alemán de esa ciudad. Viajó luego a Bremen, donde realizó una formación, y más tarde estudió en Fráncfort, donde se independizó y trabajó para el Deutsche Bank. Schmitz veía su futuro en Alemania, hasta que, en 1994, su padre le pidió hacerse cargo de la empresa en Caracas. No dudó mucho: "Una oportunidad así, la de hacerse cargo de una empresa familiar y seguir desarrollándola, solo se tiene una vez en la vida”, subraya.

Poco después, en enero de 1996, Schmitz se anima a dar el salto y cruza el gran charco, y de golpe se convierte en el jefe de 34 empleados. La empresa pasa a fabricar de artículos de escritura y tijeras, y más tarde papel y artículos de oficina. El negocio florece, hasta que llega el 6 de diciembre de 1998. Ese día Hugo Chávez gana las elecciones en Venezuela. "Teníamos mucho miedo de ese tipo, y estábamos todos un poco conmocionados. Pero luego pensamos que nadie podía ser tan tonto como para arruinar de golpe un país tan hermoso”, relata Thilo Schmitz.

De hecho, al principio se vio que sus miedos eran infundados, y su empresa siguió viento en popa en los años siguientes. Schmitz se ciñó a las nuevas reglas del juego, como la de no criticar públicamente al gobierno, y el negocio siguió su curso. "No éramos lo suficientemente importantes, no pertenecíamos a la industria alimentaria ni a otra industria relevante”, señala. La educación tenía prioridad durante el gobierno de Chávez, y todos los estudiantes necesitaban cuadernos, lápices y gomas de borrar. Si además, como lo hizo Schmitz, esos productos se vendian a precios bajos en los barrios pobres, entonces, uno estaba del lado seguro.

Kolumbien, Bogota: Proteste zur Venezuela Krise
Imagen: Getty Images/AFP/D. Sanchez

Decisión de emigrar

Mientras Hugo Chávez intentaba imponer su modelo bolivariano, el petróleo seguía fluyendo, y el presidente inyectaba las pingües ganancias del negocio del crudo en programas sociales, que elevaron el nivel de vida de los venezolanos. "Chávez hizo muchas cosas buenas”, reflexiona Thilo Schmitz en conversación con DW, "pero solo se puede financiar un modelo socialista con subvenciones y regalos si las arcas están llenas. Cuando el precio del petróleo baja, empiezan los problemas.”

Cuando Hugo Chávez se vuelve a presentar como candidato, en las elecciones del 3 de diciembre de 2006, Schmitz está seguro de que la era del socialismo del siglo XXI en Venezuela había llegado a su fin. El empresario tenía sus esperanzas puestas en una victoria del rival socialdemócrata de Chávez Manuel Rosales. Pero Chávez ganó otra vez por una gran diferencia, y luego de su discurso desde el Palacio de Miraflores, Schmitz tomó una decisión: "Me voy ya. A Miami, Panamá o Alemania, da lo mismo. El discurso de Chávez era tan intimidante, tan lleno de fanatismo y tan agresivo, que realmente me conmocionó”, cuenta. Thilo Schmitz no volvió a Bremen sino hasta el 8 de agosto de 2008. En el entretiempo, preparó a su sucesor en Caracas y ahora preside la compañía desde Alemania.

Manifestación en Caracas contra Maduro. (12.02.2019).
Manifestación en Caracas contra Maduro. (12.02.2019).Imagen: picture-alliance/dpa/R. Hernandez

La esperanza es lo último que se pierde

Hasta la muerte de Hugo Chávez, el 5 de marzo de 2013, el empresario alemán-venezolano hizo buenos negocios. Cuando asume el poder Nicolás Maduro, pensó: "Todo nuevo gobierno quiere crear puestos de trabajo, y eso solo es posible si se impulsa la industria local”. La nueva estrategia era, entonces, hacer acuerdos con el gobierno entrante. "Ya sabíamos cómo pensaba Chávez”, recuerda Schmitz. "Pero Maduro, por el contrario, era una hoja en blanco. Nadie sabía cómo seguiría todo bajo su gobierno”.

Con el nuevo presidente comienza la dolorosa caída al abismo de Venezuela. Y también la de la empresa de Thilo Schmitz. "Llegamos a tener 50 millones de dólares de ventas, y ahora apenas alcanzamos al millón de dólares”, explica. Año tras año, los empleados se van de la compañía: emigran hacia Colombia, Chile o EE. UU. A otros, Thilo Schmitz los envía a la jubilación anticipada, y a algunos los despido. Ahora solo quedan 65 de los 200 empleados iniciales. ¿Por qué no cierra entonces la empresa, como tantas otras en Venezuela? La respuesta es clara: "Somos responsables por nuestros empleados y la compañía tiene que sobrevivir”, subraya. "Y creemos que en Venezuela las cosas volverán a marchar bien algún día. Y cuando eso pase, quiero estar allí”.

(CP/ERS)

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