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Una apuesta arriesgada

24 de noviembre de 2009

El viaje del presidente de Irán, Ahmadineyad, a Brasil, Bolivia y Venezuela ocupa a los editorialistas.

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Imagen: AP

Legitimación internacional

Corriere della Sera, Milán: “Un abrazo de Lula y Ahmadineyad abrió el encuentro irano-brasileño: una reunión entre dos políticos que se ven a sí mismos del lado de los pobres de este mundo. Es la primera etapa del viaje del presidente iraní por América Latina, que lleva a Ahmadineyad a otros dos países amigos de su régimen, Venezuela y Bolivia. Se trata de un importante viaje para Irán, en tanto lo que busca Ahmadineyad es romper el aislamiento al que se halla sometido el país. No en vano el viaje del presidente iraní es observado con preocupación por Washington y Jerusalén, por temor a la que la alfombra roja en América Latina pueda transformarse en una legitimación del régimen iraní a nivel internacional. Si así fuera, para Ahmadineyad, objeto de duras críticas también en Irán, el viaje ya habría valido la pena.”

Dominó de equilibrios

El País, Madrid: “La visita de Ahmadineyad a Brasil no es la primera muestra del interés iraní por América Latina. Las relaciones con la Venezuela de Chávez se han reforzado durante la última década en un ejercicio de común desafío a Estados Unidos, y le han permitido estrechar lazos con el Ecuador de Correa, la Nicaragua de Ortega y la Bolivia de Morales, además de aceptar el estatuto de observador en la Alternativa Bolivariana. Pero nada de esto tiene el profundo significado de la nueva escala latinoamericana de Ahmadineyad. Brasil ha decidido ocupar el nuevo papel que le corresponde, y eso pasa por desarrollar una política propia para los principales contenciosos mundiales y, en particular, para Oriente Próximo y el programa nuclear iraní. Es una apuesta arriesgada para el presidente Lula que, antes de Ahmadineyad, ha recibido al presidente israelí Simón Peres y al de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, obligado por el dominó de equilibrios que debe respetar tras mover una primera pieza.”

También el caso de Sergei Magnizki, 37 años, desde hace un año en prisión preventiva, que murió el 16 de noviembre en una cárcel de Moscú, y la guerra en Afganistán son tema de comentarios.

Rusia no es un Estado de derecho

Le Monde, París: “Tener tras rejas a un enfermo sin proporcionarle atención médica es una forma de tortura. (…) Rusia no ha abolido todavía la pena de muerte, lo que supone no reconocer la Convención de Derechos Humanos. Sólo un moratorio frena las ejecuciones. Moscú continúa aplazando la reforma de su sistema de Justicia y tampoco avanza en la persecución de los responsables de los asesinatos durante la “década Putin”. (…) El dúo en el poder dice a toda voz que Rusia se adhiere al sistema de valores europeo. (…) Pero lo cierto es que Rusia es hoy menos que nunca un Estado de derecho. Y que los rusos son los primeros que sufren bajo esas circunstancias. Y a veces incluso mueren.”

No más militarismo

Aftonbladet, Estocolmo: “El apoyo a la guerra en Afganistán disminuye en Suecia y otros países occidentales. El 82 por ciento de los canadienses, el 60 por ciento de los británicos y alemanes y el 57 por ciento de los norteamericanos están en contra. Para todos está claro que en Afganistán se lleva a cabo una guerra y que no es una misión de mantenimiento de la paz. La misión bélica encabezada por Estados Unidos dura ya ocho años y no ha llevado ni a más democracia ni a menos influencia de los talibanes. Todo se parece cada vez más a la guerra de Vietnam. (…) Debemos examinar lo antes posible si es sensato enviar a jóvenes a una guerra cuyo sentido entiende cada vez menos gente. Los afganos necesitan nuestra ayuda, pero no a través de más militarismo.”

Autor: PK/dpa

Editora: Emilia Rojas Sasse