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UE no pasa el examen de Perejil

21 de julio de 2002

La disputa entre España y Marruecos por la isla del Perejil demostró lo que no debería ser la política conjunta de la UE: descoordinada y confusa, al grado de que Washington tuvo que terciar para resolver el conflicto.

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Soldados españoles izan su bandera en el disputado islote del Perejil.Imagen: AP

A primera vista, la pugna por un islote minúsculo y deshabitado del Mediterráneo no merece ni siquiera una mención a pie de página en la historia del mundo. Pero ya ha habido guerras por motivos más absurdos. El caso de Perejil, de todos modos, ha servido para dejar de manifiesto las dificultades existentes en la política conjunta europea en materia de seguridad.

A fin de cuentas, si se asume la controvertida interpretación jurídica española del asunto, se habría tratado de la primera operación militar hostil en territorio de la Unión Europea. ¿Y qué ocurrió? Nada muy coherente.

La política del zig-zag

La Comisión Europea adoptó una actitud realmente zigzagueante. En una primera reacción, el organismo con sede en Bruselas condenó la ocupación marroquí del islote, calificándola de agresión al territorio de la Europa comunitaria y ofreciendo a Madrid plena solidaridad. Pero eso fue demasiado para algunos países de la UE que no tienen interés alguno en que se deterioren sus relaciones con Marruecos, ya sea debido a intereses comerciales o a la presencia de una numerosa minoría magrebí en su territorio.

Cuando España desalojó luego al puñado de soldados marroquíes de Perejil, el presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, llamó a restablecer el statu quo previo al incidente: es decir, instó también a los españoles a retirarse de la isla y ofreció impulsar el diálogo entre ambas partes. Esto, a su vez, disgustó a Madrid. Y Prodi tuvo que aclarar públicamente que no se había referido a una gestión mediadora.

Los reparos de París

También Dinamarca, presidente de turno de la UE, tuvo sus dificultades con el episodio. La declaración oficial que emitió, respaldando en forma irrestricta la posición española, provocó considerable malestar en París. Las autoridades francesas se quejaron de no haber sido consultadas. El representante galo bloqueó entonces una declaración del comité político de seguridad de la UE con respecto al desalojo del islote, aduciendo que Madrid no había avisado previamente de la operación a sus socios. Sin embargo, tras el paso se ocultan los intereses de Francia en Marruecos, su antigua colonia.

El presidente del gobierno de Madrid, José María Aznar, por su parte, decidió actuar sin grandes consultas previas, lo que demuestra el escaso grado de confianza que depositó en la UE. Y, como broche de oro, fue necesaria la mediación de Washington para calmar la situación. El secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, resolvió el problema con un par de conversaciones telefónicas con ambas partes. En suma, la Unión Europea está todavía muy lejos de convertirse en una potencia política mundial.