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Ucranianos relatan cómo funciona la evacuación de Pokrovsk

Anna Sokolova-Stekh
8 de septiembre de 2024

La gente está siendo evacuada de Pokrovsk, Myrnohrad y los pueblos de los alrededores, que ahora están a menos de diez kilómetros de la línea del frente. ¿Cómo se están despidiendo de sus hogares? DW estuvo en el lugar.

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Despedida de familiares en Pokrovsk.
Las despedidas se dan a diario durante las últimas semanas en Pokrovsk, siempre son dolorosas. Imagen: Hanna Sokolova-Stekh/DW

"Dejar tu propia casa es difícil. El miedo a ir a otra ciudad puede ser mayor que el miedo a la muerte", dice Hennadij Judin, del equipo de evacuación Ángel Blanco. Junto con él y tres de sus colegas, recorremos las calles de Myrnohrad, una ciudad minera de la región de Donetsk, al suroeste de Avdiivka, ocupada por Rusia en el este de Ucrania. El ejército ruso avanza cada vez más cerca de Myrnohrad, la línea del frente está ya a menos de diez kilómetros de la ciudad, que sufre ahora constantes bombardeos. Según las autoridades, menos de 2.000 de los 47.000 habitantes de antaño siguen allí.

El equipo Ángel Blanco está formado por agentes de policía que sacan a la gente de la ciudad en un minibús blindado. En el vehículo hay chalecos antibalas y cascos para niños y adultos. "Prácticamente no quedan niños aquí", dice Judin, y añade: "Todavía hay dos familias con niños que buscan alojamiento, pero irán solas". Los funcionarios no pueden obligar a la gente a evacuar, dice Judin. Él mismo tuvo que abandonar Avdiivka, y por eso sabe lo difícil que es para la gente abandonar sus hogares. "Pongo el ejemplo de Avdiivka, donde ahora no hay ni servicio de ambulancias ni hospital. Allí nadie puede ayudar en una evacuación", explica Judin. Así es como siempre consigue convencer a la gente y persuadirla para que se marche.

Misión de evacuación

Hoy, los Ángeles Blancos viajan para recoger a dos hombres que quieren marcharse voluntariamente. Sus casas están en la periferia sur de la ciudad, donde ya están atacando los drones rusos. Pero los evacuados no se encuentran allí e intentan localizarlos por teléfono.

Resulta que uno de los hombres, Vitaliy, había salido mientras tanto a pie en dirección a Pokrovsk, de donde salen los trenes de evacuación. Los policías le dan alcance y le ayudan a cargar su equipaje en el vehículo. Los evacuados recogen al otro hombre, Serhij, en una parada de autobús en el camino. Allí hay otras tres mujeres, pero no quieren marcharse. "Todavía podemos soportar la situación", dice una de ellas.

El mercado de Pokrovsk es lo único que le da un poco de vida a la ciudad.
Todavía se puede ver movimiento en la ciudad de Pokrovsk al medio día, cuando se instalan algunos puestos de venta de verduras. Imagen: Hanna Sokolova-Stekh/DW

Esperando el tren

Pokrovsk está situada al suroeste de Myrnohrad. Según la administración regional, 26.000 de las 60.000 personas que había antes siguen en la ciudad, incluidos más de 1.000 niños.

Por la mañana hay vida en la ciudad. Los residentes pasean por las calles, en el mercado se instalan puestos de venta de verduras. La vendedora Natalia dice que sólo pensará en evacuar cuando se agoten sus productos. "¿Dónde se supone que voy a ir? No todo el mundo puede permitirse alquilar un piso".

La estación de tren cobra vida a mediodía. Un par de jubilados se sientan en un banco del andén, rodeados de grandes bolsas. "¿Ven lo que está pasando aquí?", dice Volodymyr, refiriéndose a los bombardeos. Por eso su esposa Halyna y él abandonan la ciudad. "Es muy triste abandonar nuestra ciudad", dice Halyna. La pareja ya ha alquilado una casa en un pueblo de la región de Dnipropetrovsk y se está mudando poco a poco: "Pero no te lo puedes llevar todo", se encoge de hombros el hombre.

Despedida en el andén

Los que no viajan deben abandonar ahora el tren, que parte hacia el oeste dentro de unos minutos, siguiendo las instrucciones del revisor. Viktoria, una estudiante, sube a su vagón y deja a su madre Svitlana en el andén. Llora porque a ella también le gustaría viajar. "Pero tenemos que quedarnos aquí un mes más, llevar las cosechadoras a los campos y luego vender las vacas", dice la mujer, cuya granja está en el pueblo de Novovasylivka. Lamenta mucho tener que abandonar la granja. Pero al mismo tiempo se da cuenta de lo peligroso que es quedarse.

Un hombre en el andén mira a través de una ventana hacia un vagón en el que están sentados su mujer y su hijo. Este último saluda a su padre, que no puede viajar porque aún tiene que trabajar en una mina de carbón. "Uno, dos días, una semana... nadie sabe cuánto tiempo estará la mina en funcionamiento", dice.

El toque de queda comienza aquí a las 3 de la tarde. Tras la salida del tren, la ciudad se vacía rápidamente. De vez en cuando, coches militares y de policía recorren las calles. "Antes era una ciudad muy animada y bonita. Era la mejor de todas", dice un hombre llamado Dmytro. Su mujer y su hija de 18 años ya han sido evacuadas de la ciudad. Subraya que él también se irá pronto y admite que ahora sólo le preocupa hacer las maletas. "Quiero llevarme una sensación de hogar conmigo", subraya Dmytro. "Aquí es donde están mis raíces", dice sombríamente.

(mn/gs/few)