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Sin título 5

José Amós Herrera24 de agosto de 2004
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Mientras me sumía en la inconsciencia, pensaba, Dios es absurdo morir sólo por la falla de un cable de 50 Cent, no falló el motor, sólo hubo despresurización. Incrustada parte de mí en un pedazo del tablero del avión, fallecí en el suelo de Dakota.
Recuperé el conocimiento pero no podía abrir los ojos, poco a poco comprendí, alguien se comunicaba conmigo, me hablaba, yo entendía, pero estaba muerto, un científico hacía pruebas de conexión con una porción de mi cerebro usando conexiones neurales.
Sin sed, ni hambre, sin sexo (ni necesidad de horóscopo), era como la casa de tu vida donde nada estorba, solo había un interminable tiempo agradable. Un día, fui conectado a un procesador y migré, sí, mi energía no pertenecía a mi cuerpo.
Comenzaron mis viajes, los servidores eran mis hoteles, si quería música me hospedaba en Kazaa, si deseaba chismes de farándula entraba en las páginas de los famosos, Britney Spears o Brad Pitt. En sus computadoras escuchaba, y también formaba parte de sus conversaciones por teléfono. Luego me aburrí, pues son gente como todos, aunque con su fama, y sus penas.
Pasaron tres siglos, y con las nuevas redes subatómicas, comencé a viajar en el tiempo, fue así como intenté regresar a la época del gran cambio, cerca de la Euro 2004, pero regresé antes y causé una gran tormenta eléctrica, apagones y trancas de tránsito. Ingresé a las páginas amarillas de la web, conseguí la dirección de varios ejecutivos de la tele, y desde su computador, con imágenes, sembré en sus mentes una idea para poder contar mi historia.
Si, era todo un caballo de Troya, un concurso, con 15 palabras escogidas, para que al leerlas se diesen cuenta de mi, convertido en el Gran Hermano, que los ve sin envidia, pero con nostalgia, desde el tiempo y desde todos los espacios. Heme aquí.