Publicidad
Como en siglos anteriores, los carros de bueyes tiran de los fardos de caña azucarera. La electricidad es cara, al igual que el costo de la vida. En este archipiélago de las Pequeñas Antillas el precio de un pollo es el doble que en París. Varias huelgas generales dan testimonio del descontento popular en este departamento. Sin embargo, la carestía no cesa de aumentar. Pese a las millonarias subvenciones que Francia otorga anualmente a este departamento, sus habitantes se consideran traicionados por París.