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Señales conciliatorias

7 de octubre de 2002

Como una "muestra de simpatía" se interpretó en Berlín el mensaje que envió el presidente estadounidense, George Bush, con motivo del "día germano-norteamericano". Rutinarios o no, se acumulan los signos de distensión.

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Todavía no impera la cordialidad de mayo, cuando se tomó esta foto.Imagen: AP

Menos mal que existen los aniversarios y días conmemorativos. Porque instan a recordar y, con ello, a situar los acontecimientos actuales en perspectiva. El 3 de octubre, la conmemoración de la reunificación de Alemania dio pie a que el presidente estadounidense, George Bush, rompiera el gélido silencio con que venía castigando al gobierno germano desde las elecciones, por haberse rebelado contra sus planes de intervenir militarmente en Irak. Ahora es el "día germano-americano" el que indujo a Bush a dejar de lado su molestia, para dirigir palabras cordiales a Berlín.

Respeto recíproco

La fecha del 6 de octubre se instituyó para destacar la fortaleza de los lazos que unen a Estados Unidos y Alemania. En ese espíritu, la declaración que emitió esta vez la Casa Blanca fue música para los oídos del gobierno de Gerhard Schröder, asediado en el último tiempo por los reproches opositores de haber puesto en juego las relaciones con su principal aliado.

El mensaje de Bush destaca el carácter relevante y duradero de las relaciones con Alemania y puntualiza que la amistad entre ambos países, forjada tras la II Guerra Mundial, se basa en el apoyo y respeto recíprocos. Igualmente subraya el gran respaldo brindado por Berlín a Estados Unidos tras los atentados del 11 de septiembre, e incluso pone de relieve el aporte hecho por los inmigrantes germanos a la nación norteamericana.

La discrepancia persiste

La tensión de las últimas semanas a todas luces se atenúa y se multiplican los signos de acercamiento. Ello no implica, sin embargo, que se haya superado el motivo de las recientes fricciones. De hecho, contraviniendo los vaticinios de sus detractores, Schröder no se ha desdicho de su negativa a participar en una ofensiva contra Bagdad. Aunque, con la reelección asegurada, su discurso haya bajado de tono, el gobierno alemán sigue advirtiendo de los incalculables riesgos que implicaría desatar una guerra en Irak.

La firme posición del canciller, que para algunos analistas surgió de una necesidad táctica ante los comicios, no sólo le ha valido críticas en Washington. También allí hay sectores influyentes contrarios a un nuevo enfrentamiento bélico. Y no se limitan al círculo de los intelectuales y artistas que organizaron este domingo una manifestación en Nueva York.

La doctrina Bush

Bush, por su parte, sigue adelante con su ofensiva política y diplomática, dirigida a legitimar un ataque que ya hace tiempo parece cosa resuelta. Algunos puntos ha ganado en el parlamento y en el ámbito internacional. Cada vez se perfila con más nitidez que el Consejo de Seguridad tendrá que aclarar las cosas antes de que el equipo de inspectores de la ONU pueda reanudar su labor en Irak.

Pero de ahí a que se emita una resolución con el contenido que el presidente estadounidense desea, es decir, con un mecanismo automático que lo autorice a atacar ante la menor contravención iraquí, hay bastante trecho. Y, en ese camino, el jefe de la Casa Blanca no podrá aplicar su doctrina, públicamente expresada, según la cual "el que no está conmigo, está con el enemigo". En lo que respecta a Alemania, quizá comienza a comprenderlo.