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Reunir los fragmentos

26 de enero de 2013

La historia de los judíos en Lituania abarca 600 años. Empezó en el siglo XIV y alcanzó su máximo esplendor a principios del siglo XX. Con la ocupación nazi, terminó de forma sangrienta.

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Imagen: DW

Emanuel Zingeris se entristece cuando piensa en el pasado judío de su país natal. “El fin de la historia de la ‘tierra yiddish’, de la cultura judía sin fronteras, de la orgullosa lengua yiddish, es una tragedia que dura hasta nuestros días”, dice este diputado al parlamento lituano, que aún hoy habla en yiddish con su madre. Zingeris tiene un sueño: reunir en Vilna todas las huellas, fragmentos y restos del patrimonio cultural judío disperso por el mundo. Y también todo aquello que los artistas judíos modernos de Lituania han creado y siguen creando. No obstante, es consciente de que esto no puede ser más que un mero reflejo de lo que fue tiempo atrás.

Jüdisches Leben in Litauen
Emanuel Zingeris junto a la histórica barricada del parlamento en Vilna.Imagen: DW/Sarah Hofmann

Recuerdos desteñidos

Zingeris, que durante un tiempo fue director del Museo Judío, se encuentra ahora delante del edificio del parlamento junto a una vieja barricada protegida tras un cristal, un recuerdo hecho piedra de la lucha por la independencia de la antigua Unión Soviética. Este lugar histórico también es muy importante para el político lituano de 55 años. Tras la emancipación del país en 1990, se abrió la posibilidad de superar los grandes tabúes del período soviético. Se empezó a recordar a las víctimas judías y la destrucción de su cultura, un proceso doloroso e inconcluso, según Emanuel Zingeris. No lejos del parlamento se encuentra el barrio donde estaba el shtetl, el área en la que vivían los judíos y que fue convertida en gueto con la ocupación nazi en 1941. La búsqueda de vestigios de aquella época es hoy una tarea ardua, ya que no se ha conservado prácticamente nada a excepción de algunas huellas apenas visibles. Isaiah Urken, fotógrafa y miembro joven de la comunidad judía de Vilna, conoce los escasos indicios que han quedado y ayuda a descifrar su significado.

Jüdisches Leben in Litauen
La estrella de David, apenas visible en la pared de una vivienda.Imagen: DW/Isaiah Urken

Ascenso y apogeo

La historia del judaísmo en Lituania habla de ascenso, apogeo y destrucción. En 1388, los judíos que vivían bajo el gobierno de Vitautas el Grande recibieron por primera vez derechos y privilegios propios. Unos doscientos años después, se había establecido un número significativo de judíos en el Gran Ducado, se habían desarrollado comunidades e infraestructuras y se había alcanzado un cierto bienestar.

Jüdisches Leben in Litauen
Caracteres hebreos en una fachada, un vestigio del pasado.Imagen: DW/Isaiah Urken

El primer período de esplendor y diferenciación de la cultura judía comenzó a medidos del siglo XVIII. Por un lado, el célebre, influyente y erudito rabino Elijahu fue nombrado “Gran Gaón de Vilna”, una autoridad indiscutible en cuestiones religiosas. Por otro lado, conforme al modelo imperante en Europa occidental y bajo la influencia del filósofo alemán Moses Mendelssohn, se inició el movimiento Haskalá (Iluminismo), que abogaba por un judaísmo moderno, una educación secular y la integración social. Esta nueva visión dio lugar a enemistades y disputas entre diferentes grupos.

Jerusalén del norte

Jüdisches Leben in Litauen
Solemne busto en piedra del Gaón de Vilna.Imagen: DW/Isaiah Urken

Desde aquella época hasta principios del siglo XX, en la comunidad judía se desarrolló una próspera escena espiritual y cultural que se manifestaba en instituciones científicas, políticas y académicas, centros religiosos, teatros, editoriales y periódicos. Con sus 110 sinagogas, Vilna se convirtió en la “Jerusalén del norte”, una metrópolis esplendorosa que brillaba más allá de las fronteras de Lituania y atraía a judíos de otros países europeos, también del área germanohablante.

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Pasaje a un patio en el antiguo gueto judío de Vilna.Imagen: DW/Isaiah Urken

En 1925 se fundó el instituto YIVO (Yiddisher Visenshaftlecher Institut) para la investigación de la cultura y la lengua yiddish. El yiddish era el idioma materno (o mameloshn) de los judíos de Lituania. Proviene del alto alemán medio y está enriquecido con elementos lingüísticos hebreos y eslavos, así como con otras influencias. Se habló en todo el este de Europa hasta la Segunda Guerra Mundial. Grandes escritores como Abraham Sutzkever, Scholem Alejchem, Isaac Bashevis Singer y muchos otros contribuyeron a su desarrollo. En 1928 ya había un club PEN de autores judíos en Vilna.

Litauen Vilnius Synagoge
Sinagoga de Vilna, aún en pie.Imagen: picture alliance/Arco Images GmbH

Yiddish, la lengua de una cultura

El profesor argentino Abraham Lichtenbaum recuerda que el yiddish, escrito con caracteres hebreos, es fruto de miles de años de historia judía en Europa. “Era una lengua europea orgullosa, sin fronteras. Quien quiera saber hoy como pensaba el pueblo judío, debe conocerla”. Lichtenbaum, cuyos antepasados emigraron de Alemania a Argentina, enseña yiddish en Vilna y Buenos Aires.

En Lituania llegaron a vivir 250.000 judíos. Impulsada por la radiante vida cultural de su capital Vilna, se convirtió en el país de la cultura para los judíos europeos y dejó al mundo un valioso legado de importantes artistas. De aquí eran el violinista Jascha Heifetz, el pintor Chaim Soutine, el escultor Jacques Lipschitz, el creador del esperanto Ludwig Zamenhof, el lingüista Max Weinreich y muchos otros que contribuyeron al desarrollo de la cultura europea. Y todo esto a pesar de las influencias históricas y políticas a las que estuvo sometido el territorio en el transcurso de los siglos.

Destrucción y renacimiento

La catástrofe sobrevino en junio de 1941 con la ocupación nazi. En Vilna, Kaunas y otras regiones se instalaron guetos, que se convirtieron en escenarios de un sufrimiento inimaginable. Comenzó la caza de judíos y siguieron los arrestos, las torturas y los trabajos forzados. Las SS y el ejército alemán asesinaron de forma sistemática a masas de inocentes en la calle o en centros de ejecución construidos expresamente para ello. Muchos lituanos colaboraron voluntariosamente en la tarea. El 95% de los litvaks (como los judíos lituanos se llaman a sí mismos) no logró sobrevivir a la persecución. Con la entrada del Ejército Rojo en verano de 1944, el país se había convertido en una verdadera fosa común.

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Monumento conmemorativo que recuerda a las decenas de miles de judíos ejecutados en Paneriai, la antigua Ponar.Imagen: DW/Isaiah Urken

Actualmente viven unos 5.000 judíos en el país. La mayoría de ellos son personas ya muy mayores que sobrevivieron al Holocausto o sus descendientes. Las comunidades judías que han vuelto a desarrollarse tienen un grave problema de envejecimiento. Los miembros jóvenes como la fotógrafa Isaiah son una rareza. “No sigo estrictamente los preceptos de la religión, pero conozco las tradiciones e intento atenerme a ciertas reglas”, dice. Nos cuenta además que muchos de sus amigos judíos han acabado por irse al extranjero para buscar una vida mejor.

Una doble carga

Los dos pasados del país complican el discurso histórico. Decenas de miles de lituanos, judíos y no judíos, se convirtieron en víctimas del régimen soviético después de 1945. Aún hoy, muchos lituanos no sienten la evidente necesidad de destinar un espacio de la memoria colectiva a la aniquilación del pueblo judío. A pesar de todo, en Vilna hay un pequeño museo que recuerda el genocidio. Este moderno y luminoso centro de la tolerancia se orienta a la generación más joven con exposiciones y un amplio programa formativo. Por otro lado, el tema se trata en libros escolares y se analiza en conferencias académicas.

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Memoria silenciosa en el Cementerio Judío de Vilna.Imagen: DW/Isaiah Urken

El Cementerio Judío de Vilna es un lugar silencioso. Aquí se escucha a veces inglés, francés o hebreo, ya que muchos descendientes de los litvaks vienen a visitar las tumbas de sus familiares fallecidos. Emanuel Zingeris no solo recuerda tristemente los crueles sucesos del pasado: “Tras el Holocausto, la segunda cosa que lamento es la pérdida de la cultura yiddish. Sin embargo, no renuncio al deseo de que esta importante y rica cultura vuelva a hacerse visible hoy y en el futuro”.

Autora: Cornelia Rabitz
Editora: Claudia Herrera