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Putin, Bush y la democracia

Emilia Rojas24 de febrero de 2005

El presidente estadounidense, George W. Bush, terminó su gira por Europa con una visita a Bratislava, donde tuvo la cita más complicada de su viaje: un encuentro con el jefe del Kremlin, Vladimir Putin.

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La clásica sonrisa para la foto.Imagen: AP

El presidente estadounidense, George W. Bush, tuvo que llegar hasta Bratislava para encontrar una multitud que lo vitoreara. En Bruselas y Maguncia -las escalas previas- si alguien salió a la calle fue para protestar contra su política exterior. Pero en Eslovaquia pudo, por fin, saludar a sus anchas a sus "amigos" que lo apoyaron en la guerra contra Irak. No obstante, no todo fue así de sencillo. Porque el plato fuerte de la visita a la capital eslovaca fue su encuentro con el presidente ruso, Vladimir Putin.

Críticas estadounidenses

Las relaciones entre los gobernantes de Washington y Moscú últimamente se han vuelto más tirantes. No es que se haya formado nuevamente el hielo de antaño, pero es evidente que Putin ya no puede seguir contando con que su apoyo a la lucha internacional contra el terrorismo lo exima de recibir críticas del otro lado del Atlántico. Sobre todo porque el presidente ruso no ha sido muy dócil a los deseos de Bush: no lo fue en la antesala de la invasión de Irak, ni tampoco lo es ahora, cuando el foco de atención comienza a girar hacia otros países del área.

Las recientes declaraciones del jefe de la Casa Blanca, instando a Moscú a tomar en serio eso de la democracia, sonaron bastante duras y pueden interpretarse como una advertencia. Los contactos rusos con Teherán y Damasco disgustan particularmente a Bush en momentos en que está empeñado en una campaña para presionar a los iraníes y los sirios.

Arena en el engranaje

En su reunión de Bratislava, Putin y Bush acordaron reforzar su cooperación para que los grupos terroristas no tengan acceso a armas nucleares y para controlar la proliferación de misiles antiaéreos móviles. Coincidieron también en su oposición a que Irán y Corea del Norte posean bombas atómicas.

Pero eso no bastó para ocultar que hay arena en el engranaje bilateral.

Putin lo dejó bien en claro, al advertir que no se debe poner en peligro las relaciones entre Rusia y Estados Unidos con demandas de mayor democratización. Tras asegurar no pretende inventar una definición especial de democracia y que "cualquier vía hacia el totalitarismo resulta hoy imposible", matizó sin embargo que "la democracia no es anarquía" y debe adaptarse a la situación imperante en su país. Con ello puso en evidencia, sobre todo ante sus propios ciudadanos, que no está dispuesto a aceptar dictados de nadie, ni siquiera de Washington.