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Polonia: una arraigada rebeldía

Pablo Kummetz3 de mayo de 2004

Polonia trae a la UE una serie de problemas, un inquebrantable espíritu de rebeldía contra toda opresión... y al Papa.

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Vista nocturna de Varsovia.Imagen: AP

Con la entrada a la UE, Polonia cambió también de jefe de gobierno: el 2 de mayo, un día después del ingreso, como estaba previsto, el Primer Ministro, Leszek Miller (poscomunista). Su sucesor, el ex ministro de Finanzas Marek Belka (que no pertenece a partido político alguno), ha probado ya ser inflexible a la hora de ahorrar. Como ya lo hizo en el pasado, también esta vez intentará poner orden en las cuentas públicas. Para poder aplicar su programa, sin embargo, necesitará una mayoría en el Sejm (Parlamento), lo que aún está por verse.

Polen Flagge
Bandera de Polonia.

Miller debió demitir justamente porque no contaba con mayoría parlamentaria ni con el apoyo de la población. La impopularidad de Miller no se corresponde, sin embargo, con sus logros políticos y económicos. Durante su mandato, Polonia se transformó en uno de los más importantes aliados de EE.UU. No obstante, el giro de los acontecimientos en Irak, al que Polonia ha enviado tropas, ha hecho aumentar la inquietud en el país, que teme ahora ser blanco de atentados de los fanáticos islámicos.

Éxodo de cerebros

También la economía de Polonia ha hecho progresos en los últimos años. Las cifras económicas han mejorado sin cesar. El mayor problema continúa siendo la desocupación, que supera el 20%. Uno de los principales temores de los polacos es que después del ingreso del país a la UE comience un "éxodo de cerebros".

A la UE trae Polonia –con 39 millones de habitantes el mayor de los diez nuevos miembros– con seguridad algunos problemas. El orgullo polaco y el deseo de desempeñar un papel de potencia regional en Europa Oriental y Central llevaron a más de una áspera ronda de negociaciones de ingreso y disputas en torno a la futura Constitución de la UE.

Un problema serio

Uno de los problemas que da más dolores de cabez al país es actualmente la corrupción. Para la mayoría de los polacos es parte de la vida cotidiana. Permisos de conducir, un mejor tratamiento en un hospital, trámites acelerados en oficinas públicas o aprobación de solicitudes: todo marcha mejor "comprado". Uno de cada tres empresarios informa que ya ha debido pagar sobornos. También diputados y políticos locales han estado envueltos en casos de corrupción.

Votaciones erráticas

De cualquier manera, los polacos no tienen una muy buena opinión de los políticos. Las dudas se manifiestan en votaciones erráticas. "Dos polacos, tres opiniones", reza un dicho polaco. Ello se expresa en la política con la tendencia a la división de los partidos. Desde 1989, ningún gobierno ha logrado ser reelegido. El Primer Ministro conservador Jerzy Buzek fue el único que logró mantenerse en funciones todo un periodo legislativo. Su sucesor, Miller, contaba antes de su dimisión anunciada, sólo con el 5% de apoyo entre la población.

Pero los polacos no entraron a la UE ni en silencio ni en puntas de pie. Callarse la boca, como les recomendó el Presidente francés, Jacques Chirac en la disputa en torno a la guerra de Irak, no les pasa siquiera por la cabeza. El orgullo de los polacos es legendario, así como su espíritu de lucha y rebeldía. Esa voluntad de independencia la sintieron en el siglo XIX Prusia, Austria y Rusia, que se habían repartido el país entre sí.

Lucha por la libertad

La sociedad polaca no se doblegó ni al terror de la ocupación nacionalsocialista ni al estalinismo. Los movimientos clandestinos durante la II Guerra Mundial y las actividades conspirativas de los defensores de los derechos civiles durante el comunismo no hicieron sino continuar una tradición centenaria de lucha de los polacos por la libertad. El sindicato Solidaridad tuvo finalmente una participación decisiva en la caída de la Cortina de Hierro.

No es de extrañar entonces que las perspectivas de disputas y querellas con la UE no amilane a los polacos. De cualquier forma, los polacos reaccionan alérgicos a todo tipo de autoridad. No obstante, tampoco creen que en su país todo sea perfecto. La crítica a la corrupción, el burocratismo y el nepotismo la comparten. No obstante, cada uno intenta alcanzar su objetivo de alguna forma, ya que siempre "algo es posible":

El mayor polaco de todos los tiempos

A diferencia de lo que sucedía en los años 80, el polaco promedio no tiene hoy mucho interés en cambiar el mundo. El trabajo para lograr el propio milagro económico personal es más importante que el compromiso político. Y la política, dicen muchos polacos, no es un área de actividades para el ciudadano decente.

Tampoco la fe es, muy a pesar de la Iglesia Católica, tan monolítica como en tiempos del comunismo. Sólo en una cosa están de acuerdo todos los polacos: el mayor polaco de todos los tiempos es Karol Wojtyla, su compatriota en el Vaticano.