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Oscuro noviembre de coronavirus para Alemania

Jens Thurau
28 de octubre de 2020

Antes de lo previsto, los alemanes deberán enfrentar nuevas y severas restricciones contra el coronavirus. En vista del alto número de infecciones, los gobernantes no tuvieron otra opción, opina Jens Thurau.

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A partir del lunes, todos los restaurantes de Alemania deberán volver a cerrar.
A partir del lunes, todos los restaurantes de Alemania deberán volver a cerrar.Imagen: picture-alliance/dpa/SvenSimon

No podía ser de otro modo. Durante un largo verano, los alemanes se entregaron a una seguridad engañosa: la pandemia de coronavirus no sería tan violenta en su país como en el resto. Pese a todo, las restricciones de la primavera fueron manejables para la mayoría de las personas, si bien golpearon duramente a innumerables artistas, trabajadores autónomos y dueños de bares, que ahora vuelven a temer por su existencia.

Pero el público en general siguió el juego. Los empleados de hospitales y autoridades sanitarias lograron, con un esfuerzo sin igual, que surgiera la sensación de que lo peor había pasado. Un error. El número de infecciones está aumentando rápidamente en estos días, y ahora el Gobierno federal y los primeros ministros regionales están presionando el freno de emergencia. Nos retiramos a casa durante un mes y esperamos que las aguas se aquieten, como en primavera.

Nadie sabe la causa

No tiene sentido buscar culpables. Hay una diferencia con la primera fase de las restricciones en marzo y abril: nadie sabe ahora realmente por qué, pero las infecciones están aumentando a pasos agigantados. ¿Son las tan mencionadas fiestas privadas las culpables? ¿O los jóvenes que celebraron por centenares en el parque? ¿Era correcto prohibir a los viajeros de zonas de alta infección alojarse en un hotel, como hicieron algunos estados federados alemanes con demasiada precipitación, para que los tribunales lo anularan en pocos días?

Corresponsal de DW en Berlín, Jens Thurau.
Corresponsal de DW en Berlín, Jens Thurau.

Hay estudios que afirman que estos viajes no aportan casi nada al proceso de infección. Pero algunos primeros ministros actuaron de todos modos. Ya existía el pánico absoluto ante la incertidumbre que se cierne sobre los alemanes.

El número absoluto de infecciones sigue siendo inferior al de muchos otros países, incluidos los europeos. Pero la confianza en que los políticos tomarán las cosas con calma y prudencia, como lo hicieron en la primavera, se ha esfumado por ahora.

Los hoteles ahora tienen que aceptar que el turismo privado está prohibido en noviembre. Pero, ¿quién quiere viajar si no hay un restaurante abierto en ningún lado? Los bares y restaurantes tendrán que volver a cerrar, así como las salas de ópera y conciertos. Se están cancelando grandes eventos y minimizando los contactos privados.

Eso sí, después de todo, se ha reconocido un error de la primavera: las escuelas y las guarderías deben permanecer abiertas siempre que sea posible. Y el hecho de que el Gobierno también reconozca lo duramente que las medidas afectarán a la economía se muestra en el plan para compensar a las empresas que tienen que cerrar ahora con hasta el 75 por ciento de pérdidas. Eso costará hasta diez mil millones de euros. Dinero bien invertido.

Lo que se necesita es sentido común

Va a ser un noviembre frío y oscuro. Quizás incluso más que en la primavera. Los alemanes necesitarán como nunca de la mejor virtud democrática: el sentido común. Cuidar a los más vulnerables, no dejarse tentar por los negacionistas, que ahora llevarán sus salvajes pensamientos conspirativos a nuevas dimensiones. Los alemanes no están siendo atormentados por Angela Merkel ni por Bill Gates u otros líderes de un presunto Gobierno mundial malvado, sino por un virus cuya peligrosidad se prueba de nuevo cada día.

Ahora es el momento de esperar que el tranquilo noviembre cambie las cosas para mejor. Pero nadie puede prometer eso con certeza. Esto es lo que es: no tenemos otra opción.