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Opinión: un acto de tardía justicia

Fabian von der Mark 19 de junio de 2016

A sus 94 años de edad, Reinhold Hanning fue condenado a 5 años de prisión. El exsoldado de las SS se culpó de la muerte de 170.000 personas. La sentencia es correcta, dice Fabian von der Mark.

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Deutschland Detmold Prozess gegen Reinhold Hanning früherer Auschwitz-Wachmann
Imagen: picture alliance/AP Photo/B. Thissen

Reinhold Hanning participó en el crimen más grande surgido en Alemania. Él fue cómplice y coautor. Él fue parte del exterminio industrial de seres humanos y también es la prueba viviente de que incluso en la era del nacionalsocialismo no se usaban máquinas para desaparecer los cuerpos, ese trabajo era realizado por personas.

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Fabian von der Mark, periodista de DW.

Una orden no libra de culpabilidad

No solo él carga con esta culpa, pero tampoco se puede librar de ella. Con su trabajo como guardia de campo de concentración de las SS, Hanning ayudó a que Auschwitz se convirtiera en un lugar aterrador. También él fue responsable de la muerte de 1,3 millones de personas, incluyendo más de un millón de judíos.

Con la sanción al guardia Hanning, como ya antes con la condena a Groening y a Demjanjuk, Alemania ha dado una lección fundamental a la era nazi: nadie puede refugiarse detrás de políticos, partidos u órdenes. Lo ocurrido durante el Holocausto fue un trabajo colectivo inhumano, de parte de los que mataron y también de los que dejaron que ocurra. El mismo guardia Hanning contó en el proceso judicial: "Reconocí el olor. Yo sabía que quemaban cadáveres".

Salvados por largo tiempo

Los alemanes se tomaron mucho tiempo para procesar la era del nazismo. Incluso la Justicia. Hace 50 años, cuando el Procurador General de Hesse Fritz Bauer quería determinar la culpabilidad de los cómplices de Auschwitz a través de extensas denuncias, fueron incluso refutadas por los tribunales alemanes.

Durante décadas, los hombres de las SS se escaparon de la justicia, porque no se les pudo probar un asesinato en concreto. También en el caso Hanning, sus defensores argumentaron de esta manera y exigían su absolución. Acceder a tal pedido hubiera sido un error, sobre todo intolerable para las víctimas.

Queda claro que con la condena a un anciano de 94 años de edad no se trata ya de proteger a la sociedad contra un criminal. Se trata de un reconocimiento de culpa y de justicia para las víctimas. El proceso de Detmold fue una de las últimas oportunidades públicas para lograrlo. Pero incluso si hasta el último culpable estuviera muerto: el recuerdo sigue siendo una advertencia para el futuro.

Para aprender: acá puede encontrar la versión en alemán de este texto