Opinión: Naufragio europeo en Libia
7 de agosto de 2017La idea fue buena. Por lo menos en algunos puntos. El Parlamento de Italia aprobó en Roma el compromiso de la Marina italiana de apoyar a la Guardia Costera de Libia. Además, las ONG que navegan por el Mediterráneo deberán ajustarse a nuevas normas.
¿En quién se puede confiar?
Pero Italia, que este verano tuvo que hacer frente casi sola a la ola de refugiados que llegan a través del Mediterráneo, no llegará muy lejos con su plan, pues en realidad no se puede confiar en el general libio Khalifa Haftar, aunque éste se haya comprometido la semana pasada en París a trabajar en conjunto con Fayez Sarradsch, el impotente primer ministro del Gobierno libio reconocido internacionalmente.
Haftar dejó clara su postura cuando declinó firmar el acuerdo que concretó el Gobierno de Sarradsh con la administración italiana, por considerarlo una ofensa a la soberanía de Libia. En esa oportunidad, incluso llamó a hundir barcos italianos si se acercaban a Libia.
Haftar, el comandante que controla a las "Fuerzas Armadas Libias" que dominan el este del país, quiere impedir el éxito de Sarradsch. Su objetivo es, con la ayuda de egipcios y rusos, dominar toda Libia. Así, mientras que Egipto busca con ello dar un golpe a los islamistas, Rusia quiere establecer en el Mediterráneo una segunda base para apoyar a Siria. El Kremlin quiere, además, junto a Haftar, ponerle una traba a Italia en el tema de los refugiados, y con esto complicar a la UE.
Por ahora, el Gobierno de Roma puede reclamar para sí un éxito: tiene confiscado un barco de rescate de la organización alemana Jugend Rettet. Esta no debía salvar a la gente del mar, sino que tendría que haber tomado la embarcación que la transportaba y remolcado. Amnistía Internacional y otras organizaciones tienen razón en enfadarse respecto a este hecho: salvar a la gente no es un delito. Pero hay que recordarles que la trata de personas sí es un delito.
El problema de las milicias
El flujo de migrantes provenientes del África subsaharia que cruzan a través de Libia se mantendrá mientras no exista un Gobierno que funcione en ese país. Ese es un lugar común, algo sabido, por lo que sorprende aún más que la comunidad crea todavía en la importancia de intervenir desde fuera. Si Sarradsch no se mantiene en el poder, la atomización de Libia continuará avanzando. Hoy las milicias locales ejercen el poder, con lo que encontramos que una ciudad lucha contra otra ciudad vecina. En este contexto, para algunos milicianos la trata de personas es un negocio lucrativo. Por eso, quién quiera apaciguar a Libia debe dominar a las milicias.
Autor Rainer Hermann (MN/DZC)