Opinión: La batalla de Alepo
6 de agosto de 2016Con la batalla por el control de Alepo, la guerra de Siria regresó de un solo golpe a la conciencia de la comunidad internacional. Mientras las tropas leales al líder sirio Bashar al Assad asedian a esa ciudad, reduciendo cada vez más el anillo a su alrededor, los rebeldes se empeñan en conectar a Alepo con el resto del territorio en su poder. Es mucho lo que está en juego para ambos bandos: el régimen de Assad quiere que las cuatro urbes sirias más grandes –Damasco, Alepo, Homs y Hama– estén en sus manos. De perder a Alepo, el área dominada por los opositores armados, en el norte y sur del país, sería estrictamente rural; Idlib sería la ciudad más grande bajo su mando. Los otros rincones de Siria se los reparten los kurdos y el autoproclamado Estado Islámico.
Alepo tiene además una importancia simbólica nada despreciable para las partes enfrentadas, tanto para Assad como para sus adversarios. Eso explica las cruentas batallas por hacerse del control de esa localidad. Las dimensiones de la tragedia humana causada por este conflicto se dejan intuir por el hecho de que ya ni se habla sobre las víctimas mortales que deja. La situación es catastrófica para los habitantes de Alepo. Las Naciones Unidas estiman que 300.000 personas están completamente aisladas del mundo exterior. Alepo está sitiada como nunca lo había estado desde que comenzó la guerra en 2011. Los alimentos más básicos se han agotado y, aún así, el régimen sirio y su aliado, la Federación Rusa, se niegan a que uno de los corredores humanitarios controlados por la ONU sirva para llevarles comida y medicamentos a quienes todavía están acorralados en Alepo.
Rusia se está haciendo cómplice de otro crimen de guerra. Sus aviones y helicópteros de combate bombardean el este de la ciudad –bastión de los rebeldes– cuarenta veces al día. A nadie le sorprendería que, de abrirse corredores humanitarios hacia fuera de Siria, los habitantes de Alepo se pusieran en camino hacia la Unión Europea en busca de refugio. Sobre todo considerando que, por estos días, los aviones rusos disparan hasta contra los campamentos de refugiados en el norte de Siria. Con la batalla decisiva en torno a Alepo queda claro: la mayoría de los sirios no regresará a sus hogares jamás.
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