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Opinión: G20: ahora tenemos que hablar

Hans Pfeifer
10 de julio de 2017

Hans Pfeifer estuvo durante la Cumbre del G20 en Hamburgo, observó durante cuatro días las protestas. Ahora, de regreso en Berlín, opina sobre lo que vio, lo que le preocupa y lo que le irrita.

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Hamburg G20 Schanzenviertel Ausschreitungen
Imagen: picture-alliance/dpa/A. Heimken

Las impresiones son complejas, contradictorias e inquietantes. Me preocupa la rapidez con la que se tilda de "propulsor de terroristas de izquierda" a quien solo busca describir las contradicciones. Me sorprende lo fácil que se la toman muchos políticos, periodistas y otros comentaristas cuando hablan de algo que no están viendo con sus propios ojos.

Hijos de millonarios en hordas de destructores

La violencia desatada por una turba armada de militantes de izquierda, pseudo-machos y turistas ávidos de experiencias violentas fue un ataque a la integridad de la vida de otras personas. Sus excesos destruyen uno de los pilares del progreso social: el diálogo.

Ese odio hay que detenerlo para que pueda ser posible el diálogo. No podemos trivializar  este exceso de violencia, porque los violentos no solo eran extremistas de izquierda sino también jóvenes provenientes de los barrios habitados por millonarios en Hamburgo. Gente a la que no le interesa la política, sino el enfrentamiento con las fuerzas del Estado. Son chicos que viven en una burbuja de lujo y les interesa un pepino la propiedad ajena. Para ellos, la propiedad es reemplazable.

Pero la estrategia de escalada de la policía fue también un ataque. Un ataque al diálogo, porque trataron de impedir que los manifestantes conversaran con los participantes de la cumbre. Preocupante: vi a policías cazando a manifestantes, pero también vi a agentes gritando a sus comandantes que se calmaran y no persiguieran a cuanto grupo de protestantes vieran.

Vi a policías golpeando, sin razón, a manifestantes individuales. Y cuando los chorros de agua se dirigen contra los fotógrafos para desterrarlos de la zona, ya las proporciones se han salido de control. Esta estrategia es peligrosa porque genera la imagen de que el policía es el enemigo, lo que produce mayores tensiones sociales.

Crítica a la policía también es legítima

Hans Pfeifer, de DW.
Hans Pfeifer, de DW.Imagen: DW

 Me han atacado en las redes sociales por mis críticas a la policía, porque "el trabajo de la policía es hacer cumplir la ley, también mediante el ejercicio del monopolio de la fuerza, si fuere necesario”. Yo digo: justo por eso, la policía debe utilizar ese monopolio con prudencia. Peor aún: en Hamburgo, la policía y los políticos irrespetaron el derecho adquirido de los manifestantes e hicieron desalojar los campamentos autorizados para dormir. El hecho que la Cumbre del G20 tuviera que ser vigilada por 20.000 policías para que pudiera tener lugar, aterra en una sociedad que se jacta de ser abierta.

Después de tres días de entrevistas sobre las protestas, fue grotesco sumergirse en el mundo estéril de participantes en la cumbre, con buffet libres, aguas minerales de lujo, periódicos gratuitos y las conversaciones entre periodistas y diplomáticos en los más modernos y exclusivos salones.

No me quedó la impresión de que la mayoría de los participantes en la cumbre, adentro, le importara mucho ni la situación ni los motivos de quienes afuera protestaban. Sentir la proximidad al poder y ver, por lo menos una vez, a Trump, parecen fascinar mucho más que el caldeado y contradictorio ambiente en las calles.

No comparto muchos puntos de vista de los críticos de la cumbre, pero hay que reconocer su lucha contra la explotación y el hambre en el mundo. Quienes los ridiculizan como "benefactores", y ahora incluso los tachan de "fascistas de izquierda", poniéndolos al mismo nivel que los matones de ultraderecha que cazan y golpean a refugiados y personas sin hogar, deberían avergonzarse.

A pesar de todo, considero que la cumbre del G20, que busca el diálogo, debe ser posible en una ciudad como Hamburgo. Muchos de mis amigos en Hamburgo fueron testigos de los acontecimientos en los últimos días. Todos están aterrados, y molestos por el acoso policial que vivieron desde semanas antes del evento. Todos comprenden la complejidad de los hechos. Sus argumentos son diferenciados y sin prejuicios. De ahí mi conclusión de esta Cumbre G20 de Hamburgo: tenemos que hablar.