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Opinión: El tardío reinicio del eje París-Berlín

17 de marzo de 2018

La canciller Merkel y su ministro de Finanzas visitaron París. Los gestos hacia Macron se hacen esperar y desde el norte soplan vientos de malestar, opina Barbara Wesel.

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Frankreich Treffen Angela Merkel & Emmanuel Macron in Paris
Imagen: Getty Images/AFP/L. Marin

El encuentro en París entre la canciller Angela Merkel y el presidente de Francia, Emmanuelle Macron, es el inicio oficial de una amistad que existe, en realidad, desde hace largo tiempo. Pese a ello, Macron busca, al recibir con pompa a Merkel en el Palacio del Elíseo, dar una señal. Sí, porque cuando él asumió el año pasado, para la canciller recién empezaba la campaña. Y en el intertanto, Macron debió demostrar en su propio país la valía de su trabajo, mientras ella tardó seis meses en volver a estar disponible para negociar. En principio, ahora sí ambos pueden empezar.

¿Ahora sí?

Con sus propuestas de reforma para la Unión Europea, Macron alcanzó el estrellato el año pasado. El presidente francés pidió más integración, y solo con ello logró estremecer a los euroescépticos en toda la UE.

Macron propone una reforma fundamental de la zona euro basada en el principio de todos para uno y uno para todos, y quiere convertir el euro en una moneda que se gestione de forma centralizada, con su propio presupuesto, su propio ministro de Finanzas, etcétera. Esta idea fue recibida con escaso entusiasmo por el Ministerio de Finanzas en Berlín.

Incluso la amistad que habría entre el ministro de Finanzas galo con su nuevo colega Olaf Scholz se dejó ver con cierta demora. Para la reunión que tienen programada para la próxima semana no hay nada sobre la mesa y se necesitará tiempo, al menos hasta junio, para presentar los primeros pasos en el proceso de reformas. Lo que comenzó como un impulso visionario de Macron se convirtió de pronto en una sencilla "hoja de ruta", un plan de trabajo.

Lo que queda de las ideas

Con respecto a los planes para la eurozona, está bastante claro que nada queda: no hay ministro de Finanzas del euro, no hay presupuesto ni unión bancaria ni repartición comunitaria de la deuda. En este punto, fue la misma canciller Merkel quien puso trabas: para ella, la responsabilidad principal recae en los estados miembros, y ellos mismos son los encargados de sanear sus bancos.

En la misma línea, el ministro Scholz pidió una gestión presupuestaria adecuada. Si bien se ha manifestado abiertamente amigo de que haya más Europa, ha dejado abierto el debate sobre cuánta más Europa se requiere. Queda la impresión de que Scholz primero abrió un abismo ante sí y después se decidió a dar un paso. Pero, como le dijo a modo de consuelo el francés Bruno Le Maire, la amistad consiste, precisamente, en seguir unidos a pesar de las diferencias.

En principio, los invitados en París decepcionaron. El margen de acción en el que pueden moverse la cristianodemócrata Merkel y el socialdemócrata Scholz parece muy limitado, a pesar de -o quizás a causa de- los acuerdos alcanzados para formar coalición. En Berlín saben que deben ayudar al presidente francés a alcanzar cierto éxito en sus planes europeos, pero estamos lejos de hablar de grandes logros. Quizás al final baste con solo un par de palmazos en la espalda para quedar contentos.

Barbara Wesel.
Barbara Wesel.Imagen: Georg Matthes

Viento frío del norte

Francia es vista por otros miembros de la Unión Europea como líder de los países del sur, que siempre están ansiosos por salir de las deudas y relajar la disciplina presupuestaria. En contra de ello ya surge una pandilla en el norte. Liderados por el holandés Mark Rutte, daneses, suecos, irlandeses y los países bálticos han dejado en claro que no están dispuestos a solo seguir las indicaciones que se dicten desde París y Berlín.

Cada país debe primero prepararse para enfrentar la crisis, dice Rutte. Y luego aparece la vieja desconfianza contra el eje París-Berlín y su presunto autoritarismo dentro de los 27.

Hacer lo posible

No se trata solo del dinero, sino también de la defensa y la política exterior. Macron tiene a menudo más coraje, e intereses distintos, a los del Gobierno Federal alemán. Equilibrar esas diferencias se vuelve más difícil de lo que inicialmente se pensó.

Sin embargo, ahora la canciller y el presidente deben sacar adelante un par de proyectos que dejen a la vez contentos a sus electores y a los otros miembros de la Unión Europea. Con la crisis global, que va desde la guerra comercial desatada por Donald Trump hasta las agresiones de Vladimir Putin, nadie necesita que, además, haya problemas dentro de la UE. París tiene que contener su ambición y Berlín tener coraje, y entonces ambos podrán atreverse a hacer lo factible. Sobre grandes transformaciones tal vez podamos pensar más adelante.

Autora: Barbara Wesel (DZC/CT)

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