Opinión: Culpa y responsabilidad
22 de junio de 2016Si bien la memoria política de la "Operación Barbarossa" se cultiva hoy menos que en caso de otros aniversarios históricos, la guerra contra la Unión Soviética sigue presente en la memoria de los alemanes. No hay prácticamente familia alemana que no tenga por lo menos un familiar caído en esa guerra.
Mientras vivió la generación de los soldados que lucharon en el frente oriental, la guerra fue tema en todas las reuniones familiares. Yo, como descendiente, nunca me olvidaré del apretón de manos de mi tío abuelo Richard: una mano mutilada con solo dos dedos y medio, los demás los perdió al congelárseles en el invierno ruso de 1941.
Los testigos de época no se acuerdan
El problema de esa tradición familiar del recuerdo: nunca fue completa. Se concentró solo en el dolor propio, durante la guerra o como prisioneros de guerra. Que esa guerra fue una campaña criminal no fue tematizado casi nunca por los testigos de época. Nunca hablaron sobre la confiscación de ganado y cereales, que suponía la muerte segura de la población civil. Ni tampoco sobre cómo se dejó morir a millones de prisioneros de guerra soviéticos.
No obstante, esas lagunas en la memoria colectiva de los alemanes hace tiempo que ya no existen: en todos los libros escolares se tematiza hoy la orden de matar a los comisarios políticos, una clara violación del derecho internacional de guerra. Todo alemán medianamente avisado sabe hoy que la guerra iniciado el 22 de junio de 1941 no estuvo dirigida contra un sistema político ni contra un país, sino sistemáticamente contra todos los habitantes de la URSS, clasificados por los nazis como “criaturas subhumanas”.
Mantener el recuerdo, respetar el derecho
De la historia alemana se derivan dos responsabilidades. Por un lado, mantener vivo el recuerdo del crimen. Por otro, tratar a las víctimas de la agresión alemana con el respeto debido por lo ocurrido. Las heridas que esa guerra abrió en las familias alemanas, las infligió naturalmente también a las familiar rusas, bielorrusas y ucranianas, en una dimensión incomparablemente mayor. Justamente por eso, el diálogo de Alemania con Rusia nunca debe interrumpirse. A los conflictos se les debe hallar soluciones políticas en la mesa de negociaciones y no en los campos de batalla.
Responsabilidad histórica no significa, sin embargo, que puede violarse impunemente el derecho internacional, como sucedió en el caso de la anexión de Crimea, o que deba aceptarse toda provocación, como en el este de Ucrania. La violación del derecho debe ser combatida no bien sucede. El mero apaciguamiento no impide ninguna guerra. Solo la pospone.