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Operación Perejil

17 de julio de 2002

Seis días duró la ocupación de la isla del Perejil. España desalojó por la fuerza a los soldados marroquíes del minúsculo peñón. Tras el desenlace, sigue pendiendo sobre el episodio un gran signo de interrogación.

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Un buque de guerra español patrulla en las costas de Perejil.Imagen: AP

Curioso, por decir lo menos, resulta este altercado por la isla del Perejil, que la gran mayoría de los españoles tuvo que ir a buscar en el mapa al enterarse de la "invasión" marroquí. Poco se sabe acerca de ella en la propia España. Ni siquiera se conoce a ciencia cierta el origen de su nombre en castellano. Algunos lo atribuyen a la hierba que solía proliferar antaño en el islote. Otros lo derivan, en cambio, del nombre de un marinero que habría vivido allí, apellidado Pérez Gil. Como quiera que sea, menos claridad existe aún sobre a qué país pertenece realmente el islote, en términos jurídicos.

Historia confusa

Durante el período colonial, París y Madrid llegaron a un acuerdo para trazar las fronteras del protectorado español en Marruecos, en 1912. El correspondiente documento no menciona sin embargo a la isla del Perejil. Tampoco se la alude en el estatuto autonómico de Ceuta. La historiadora María Rosa de Madariaga plantea serias dudas sobre las bases históricas del actual diferendo, en un artículo publicado por el diario madrileño El País. Tras revisar diversos tratados, llega a la conclusión de que Perejil "no formaba parte las plazas de soberanía (como Ceuta y Melilla), sino del protectorado, de manera que cuando Marruecos obtuvo la independencia en 1956 el islote pasaría a formar parte del nuevo Estado independiente".

Lo cierto es que la discusión sobre el roquerío, ubicado a 200 metros de la costa marroquí y unos 11 kilómetros al oeste de Ceuta, no es nada nueva. Incluso Inglaterra llegó a reclamarlo en una ocasión, remitiéndose a derechos derivados de su colonia en la orilla opuesta: Gibraltar. España retiró de Perejil a sus últimos 4 soldados en la década del 60 y, desde entonces, existía un acuerdo tácito con Marruecos de no emplazar allí fuerzas militares. Hasta la semana pasada se había mantenido ese status quo.

Cuestión de proporciones

Desproporcionado parece, en todo caso, el despliegue de buques de guerra en la zona y la exaltada retórica del gobierno de José María Aznar ante este incidente. El desalojo por la fuerza de los marroquíes fue calificado de agresión por Rabat, y tampoco ha obtenido el beneplácito de la Unión Europea, pese al respaldo brindado inicialmente a Madrid.

De seguro, la isla en sí no vale ni siquiera lo que puede haber costado poner en marcha la "operación Perejil". La reacción española, sin embargo, fue algo más que una mera manifestación del orgullo herido de la antigua potencia colonial. En este área del Mediterráneo, España tiene aún varios cabos sueltos. Y la perspectiva de que los afanes reivindicativos de Marruecos no se detuvieran en Perejil, sino que volvieran a poner sobre el tapete el tema de las plazas de Ceuta y Melilla, ciertamente no podía agradar a Madrid. Menos aún en vista de que sigue pendiente el conflicto de Gibraltar, que se extiende ya por casi tres siglos.

El eterno conflicto

Si bien existen negociaciones con Gran Bretaña, en posesión del peñón desde 1704, las perspectivas de solución no son muy promisorias. El mismo día en que saltó a primera plana el caso de Perejil, el ministro de Relaciones Exteriores británico, Jack Straw, presentaba en el parlamento un plan, que contempla compartir la soberanía de Gibraltar con Madrid. Suena bien, a no ser por la resistencia de los gibraltareños a cambiar una corona por otra, o a convertirse en súbditos de ambas.

Sumado al deterioro de las relaciones hispano-marroquíes por la inmigración ilegal magrebí y las cuotas pesqueras, el episodio del Perejil se inscribe en el contexto de las secuelas de un pasado colonialista que aún hoy no terminan de disiparse, aunque este caso pueda provocar una que otra sonrisa socarrona.