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Miel sobre cornflakes

ers28 de febrero de 2004

La reconciliación entre Washington y Berlín ya era evidente desde hace tiempo. Ahora quedó sellada formalmente con la visita que efectuó el canciller Gerhard Schröder a George W. Bush, en la Casa Blanca.

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Schröder y Bush vuelven a hacer causa común.Imagen: AP

Notable es el cambio de tono que se observó en Washington, con motivo de la visita del canciller alemán, Gerhard Schröder. Quien escuche las palabras que dedicó el presidente George W. Bush a su huésped germano, casi no puede dar crédito a su memoria, donde figura el recuerdo de frases tan categóricas como "quien no está conmigo, está contra mí". Pero esos eran los tiempos de las divergencias con respecto a la guerra contra Irak. Y ese capítulo ha quedado atrás, como lo subrayó el anfitrión.

La alianza del siglo

Ahora, hasta en la Casa Blanca se admite que entre amigos puede haber diferencias de opinión. Hoy en día, Bush se empeña incluso en llevar las buenas relaciones al plano personal. No en vano alabó el "buen humor" de Schröder, cualidad que evidentemente valora. Buen humor hay que tener también para cerrar el capítulo iraquí y pasar lisa y llanamente al próximo, como si nada.

Schröder y Bush no sólo se encargaron de dejar en claro que la amistad bilateral vuelve a su nivel tradicional, sino que enmarcaron esta reconciliación en una declaración conjunta, en la que proclaman una "alianza para el siglo XXI". Una alianza que, según los gobernantes, demostrará ser tan importante para la paz, la seguridad y el bienestar como lo fue en la segunda mitad del siglo pasado.

Abanico de coincidencias

Así, los puntos de concordancia fueron desplegados ampliamente, comenzando por el relativo al conflicto del Medio Oriente. Ambos gobernantes coincidieron en que es necesario acercarse por fin a la meta de superarlo, con la visión de dos estados que coexistan en paz. Bush también alabó el constructivo papel que han asumido los alemanes en Afganistán, y tampoco hubo resabios de discrepancia en lo tocante a Irak. Tanto Schröder como su anfitrión desean que el país sea libre, democrático y plenamente soberano, y destacaron que el papel de la ONU resulta indispensable. ¿Una muestra más del giro que ha dado Washington? ¿O una concesión de un presidente en plena campaña electoral?

Sea como fuere, esta visita sella definitivamente el fin de las asperezas transatlánticas, que tanta preocupación causaron el año pasado en Alemania. Y eso también favorece al canciller germano, que al menos no tendrá que seguir recibiendo reproches opositores por poner en juego las relaciones con el gran aliado del otro lado del Atlántico. Bastante tiene ya Schröder con sus problemas económicos como para darse el lujo de ofrecer puntos débiles en el flanco exterior.