Medio Oriente: La lógica de la violencia

La opinión internacional, por lo visto, deja sin cuidado al gobierno israelí. Lejos de cualquier autocrítica, el ministro de Defensa, Shaul Mofas, anuncia que proseguirán los asesinatos selectivos de dirigentes de Hamas y otros grupos radicales "para proporcionar más seguridad a los ciudadanos israelíes". Ni siquiera se descarta ya que el propio presidente de la Autoridad Palestina, Yasser Arafat, esté en la mira. ¿Qué sucedería si, efectivamente, un "ataque selectivo" acabara con su vida? Al fin y al cabo, las reacciones del mundo occidental no pasan de la condena verbal o la "preocupación" manifestada a la postre por Estados Unidos. No hay en cambio presiones concretas, ni menos amenazas de sanciones.

Bandos radicalizados

Mientras los palestinos claman venganza, Israel se prepara para una nueva y sanguinaria ola de atentados. La lógica de la violencia se impone una vez más en el Medio Oriente. Y no hay indicio alguno de que las cuentas del gobierno de Ariel Sharon vayan a cuadrar a la postre porque, lejos de debilitarse, los grupos extremistas nutren su fanatismo con cada nuevo mártir. Especialmente con uno de la talla del jeque Yasín, cuya influencia se verá acrecentada con su muerte.

Hamas ya anunció su intención de presentarse como partido político a cada elección que se celebre en localidades autonómicas palestinas. Un paso que no daría si no se supiera poseedor de un considerable respaldo popular, que inicialmente no tenía. También en Israel se radicalizan las posturas de la población. ¿Cómo entender, si no, que un 60% de los consultados en una encuesta que publica el periódico Jediot Ahronot considerara correcto el asesinato del líder de Hamas?

Malas nuevas para la diplomacia

Todas son, como lo dijera el encargado de la política exterior de la Unión Europea, Javier Solana, malas noticias para el proceso de paz. Y lógicamente también para sus impulsores del "Cuarteto para el Medio Oriente", incluyendo a Estados Unidos. Ya nadie apuesta un centavo por la "hoja de ruta" propuesta para superar el antiguo conflicto entre israelíes y palestinos. Tampoco el plan amplio de apoyo político, económico y cultural para la región, ideado por el ministro alemán de Relaciones Exteriores, Joschka Fischer, tiene de momento posibilidades de dar fruto.

Para que haya negociación, se requiere que las partes estén convencidas de la necesidad de dialogar y desechen la opción militar. Pero ni el gobierno israelí, ni los sectores extremistas palestinos están en ese predicamento. Ambos bandos creen aún en la violencia y su lógica, mientras las corrientes moderadas sucumben en la vorágine de los acontecimientos. Rescatarlas del segundo plano y apuntalarlas parece ser la única estrategia viable para los países que abogan por una solución negociada. A menos que estén dispuestos a presionar en serio a Sharon, para que sea la expectativa real de paz, con un Estado palestino independiente, la que sofoque a los grupos armados.