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Luis Almagro prometió una "OEA del siglo XXI": ¿cumplió?

Rosa Muñoz Lima
28 de junio de 2024

En pocos meses, Luis Almagro no solo será ya excanciller de Uruguay (2010-2015) sino también ex secretario general de la OEA (2015-2025). ¿Qué luces y sombras deja el balance de su gestión?

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Luis Almagro.
Luis Almagro.Imagen: Guadalupe Pardo/AP/picture alliance

"No me interesa ser el administrador de la crisis de la OEA, sino el facilitador de su renovación". Así se presentó el uruguayo Luis Almagro —abogado de profesión y diplomático de carrera—, al ser elegido secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), en marzo de 2015.

Tuvo el apoyo de 33 de los 34 Estados miembros y prometió una "OEA del siglo XXI", que trabajaría para que "más americanos vivan en paz, con más democracia, más derechos humanos, más seguridad y más prosperidad". 

Una década después, la 54 Asamblea General de la OEA abrió la carrera para elegir, en marzo de 2025, a un nuevo secretario general. Almagro, reelegido en marzo 2020, ya con solo 23 apoyos, tuvo dos mandatos para cumplir sus promesas. ¿Cumplió?

"Una línea clara" contra los autoritarismos

"En estos diez años, la situación de la democracia en América Latina ha empeorado", responde a DW Detlef Nolte, investigador del Instituto GIGA de Estudios Latinoamericanos de Hamburgo. Pero esto no es necesariamente responsabilidad de Almagro, que "se ha perfilado como un gran defensor de la democracia en América Latina", opina. 

Además de la "defensa inclaudicable de la democracia y los derechos humanos", su gestión ha fortalecido la misión de observación electoral de la organización, combinando "la experticia técnica con que cuenta la OEA y el liderazgo político de expresidentes, excancilleres y otras personas de alta talla profesional, moral y política", dice a DW Elayne Whyte, exviceministra de Exteriores y exembajadora de Costa Rica ante Naciones Unidas.

Tal vez fue "más crítico con violaciones de los derechos humanos y la democracia en Gobiernos de izquierda que de derecha", sugiere Nolte. Pero fue "de los pocos que siempre tuvo una línea clara sobre las tendencias autoritarias en Venezuela, Nicaragua, Cuba y, en algunos aspectos, también en Bolivia", sostiene el politólogo y latinoamericanista de Hamburgo.

Y, especialmente con Venezuela, le tocó actuar frente al "proceso de autocratización" del país y a mandatarios progresistas de la región, o al ex secretario general de UNASUR Ernesto Samper (2014-2017), que mantuvieron posiciones "poco críticas" o "ambivalentes", insiste este estudioso del multilateralismo y la integración regional latinoamericana. 

En este sentido, la diplomática costarricense Whyte, hoy profesora de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados (SAIS) de la Universidad Johns Hopkins, en Estados Unidos, recuerda que, originalmente, Almagro "es representante de la izquierda democrática en América Latina", comprometida con el respeto de los derechos humanos y la democracia, con "ganar y ejercer el poder legítimamente, y abandonarlo  cuando corresponde". 

Esto pone en contexto no solo la actuación de la OEA y su secretario general frente a Venezuela, sino también durante el último cambio de Gobierno en Guatemala. Sin la OEA, el traspaso del poder a Bernardo Arévalo, "probablemente, no habría funcionado", opina Nolte.

La sombra de la "confrontación personalizada" y el "injerencismo"

Sin dudas, a Almagro le ha faltado "un estilo más diplomático". Se ha manejado, muchas veces, con "una definición muy amplia de las atribuciones del secretario general, sin un mandato claro de los Estados miembros", concede Nolte, miembro de la Asociación Alemana de Política Exterior (DGAP).

Sobre todo en su primer mandato, abusó de "tácticas de confrontación enconada, personalizada", incluso "histrónica", coincide la diplomática y académica costarricense Whyte. Eso  "desvalorizó el papel de la OEA como actor institucional relevante en los procesos de diálogo político y diplomático",  y erosionó la membresía de la organización, con la retirada de dos Estados: Venezuela y Nicaragua. Así que su promesa de dejar de administrar la crisis de la OEA para reconstituirla no se cumplió, evalúa.

Cuando fue elegido frente a la OEA, Almagro representaba al Frente Amplio de Uruguay, y había sido canciller del expresidente Pepe Mujica. Pero sus declaraciones llegaron a ser tan polémicas, que fue expulsado de su partido por no "descartar ninguna opción", incluyendo  una "intervención militar, para derrocar al régimen de Nicolás Maduro", según el Tribunal de Conducta Política del Frente Amplio.

Además, enfrentó acusaciones de "injerencismo" contra la misión de la OEA en las elecciones de 2019 en Bolivia. Entonces, el organismo denunció insistentemente un "fraude electoral", que desencadenó lo que el expresidente Evo Morales calificó de "golpe de Estado" contra su reelección. Una acusación que el propio Almagro devolvió a Morales, acusándolo a él de golpista por intentar reelegirse fraudulentamente. 

El estilo confrontacional de Almagro ha coincidido, además, con el de una serie de mandatarios populistas en la región —más allá de Morales y Maduro—, y esto se ha traducido en "crisis en las relaciones entre los Estados", advierte Whyte. O incluso en la tendencia a preferir el litigio internacional (ante la Corte Internacional de Justicia) a los mecanismos regionales de mediación y concertación.

Desafíos pendientes para la OEA

Como sucesor de Almagro se maneja, por ahora, el nombre del ministro de Exteriores de Paraguay, Rubén Martínez Lezcano, "y parece que Paraguay ya tiene el respaldo de Brasil", comenta Nolte. El futuro secretario general tendrá que tener "un perfil más bajo" y buscar consensos básicos en "un continente fracturado políticamente", con Gobiernos "muy conservadores como la Argentina" de Javier Milei, por un lado, y "autoritarismos de izquierda como Nicaragua y Venezuela", por otro, prevé Nolte.

"Quizás el mayor desafío que enfrente quien suceda a Luis Almagro al frente de la OEA sea lograr que este organismo hemisférico recupere su relevancia y su rol como punto de referencia para que los líderes latinoamericanos discutan los intereses y desafíos regionales compartidos", comenta también a DW Carolina Zaccato, investigadora argentina de la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad de St. Andrews, en Escocia.

En su opinión, ante "el recelo regional respecto al rol que ostentan los Estados Unidos en la OEA, tanto en cuanto a temas presupuestarios como de decisión de agenda, sumado al ascenso de nuevas potencias como China e India y el relativo declive de los Estados Unidos, la OEA seguirá perdiendo espacios frente a otras instancias de coordinación y cooperación" regionales y subregionales, como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) o la Comunidad Andina (CAN).

Pero la idea de que EE. UU. maneja la OEA es, por lo menos, imprecisa, considera el politólogo Nolte, pues "la OEA decide por mayoría y Estados Unidos solo tiene un voto". Para la diplomática Whyte, además, "el esfuerzo por tener mecanismos de gobernanza subregional, más cercanos a los intereses propios de cada región, es positivo" y no tiene que ser "un proceso competitivo con la OEA".

(ers)