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Los platos rotos de la política europea

31 de enero de 2003

La Unión Europea intenta parchar los fragmentos de su política exterior conjunta. Mientras continúa la polémica por la carta abierta de ocho gobernantes europeos en apoyo a Bush, Grecia planea una cumbre de emergencia.

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La fragmentada Europa: en rojo, los que apoyan la línea de Washington respecto a Irak y en rosado los que suman su respaldo.

Tras la ducha helada que supuso la publicación de una carta abierta de ocho gobernantes europeos en apoyo a la política de Washington frente a Irak, la Unión Europea intenta reponerse del golpe. Grecia, que ocupa la presidencia de turno de la organización, reaccionó al inesperado desafío con planes de una cumbre de emergencia, que el gobierno alemán aplaudió de inmediato. Pero nada indica que un encuentro de esta naturaleza logre el tan proclamado objetivo de hacer hablar a los europeos con una sola voz. Por el contrario: las divergencias, evidentes desde hace ya mucho tiempo, podrían terminar de cimentarse.

Nuevas adhesiones

Pese a todos los esfuerzos por dar relevancia a los puntos de consenso, nada puede ocultar que las posiciones se han decantado en forma divergente. La polémica sigue creciendo, al igual que el coro de los que intervienen en ella. Luxemburgo fue el encargado de alzar la voz de crítica a la carta abierta. El primer ministro Jean-Claude Juncker habló de una "señal equivocada", que da la impresión de falta de unidad en el viejo continente. Pero no se trata de una mera "impresión" sin fundamento. De hecho, los gobiernos de Eslovenia y Letonia optaron este jueves por sumarse al llamado de unidad transatlántica, poniendo de manifiesto que éste tampoco se agota en Gran Bretaña, España, Italia, Portugal, Dinamarca, Polonia, Hungría y la República Checa.

Igual paso habría dado la democracia cristiana alemana, de hallarse en el gobierno. Por lo menos su presidenta, Angela Merkel, hizo declaraciones en este sentido, mientras el partido apunta con artillería de grueso calibre contra el canciller Gerhard Schröder, al que reprocha haber sumido a Berlín al aislamiento internacional. El secretario general de esta colectividad, Thomas Goppel, llegó a pedir la renuncia del jefe de gobierno, acusándolo de destruir las relaciones transatlánticas y de haber "traicionado las ideas europeas".

¿Liderazgo en entredicho?

En el bando gubernamental se mantiene una aparente calma, a sabiendas de contar con el respaldo mayoritario de la población en lo que a la crisis iraquí respecta. No obstante, también hay figuras de la socialdemocracia que aconsejan al canciller no subestimar los problemas que se plantean a nivel internacional. Los analistas advierten que París -el gran aliado con que ha contado Berlín en su oposición a una guerra contra Irak-, mantiene muchas opciones abiertas. De partida, el presidente francés no ha adelantado cómo habría de votar si se somete a la decisión del Consejo de Seguridad de la ONU una resolución que legitime una operación militar contra Irak. Además, como miembro permanente de dicho gremio, Francia tiene otro peso diplomático a nivel mundial.

París y Berlín tendrán que tomar también en cuenta que la iniciativa de los partidarios de la política de Washington podría poner en tela de juicio su liderazgo como motor de la integración europea. De hecho, muchos interpretan la "carta abierta" como una réplica a dupla germano-francesa, que tampoco consultó a sus socios al plantear su postura conjunta con respecto al caso iraquí y a las reformas de la Unión Europea. Por ahora, sin embargo, para las autoridades de la UE lo principal es tratar de minimizar los daños de la "escapada" de los ocho firmantes de la carta abierta a favor de Bush.