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Las tareas pendientes de la UE

21 de octubre de 2002

Tras la aprobación irlandesa del tratado de Niza, la Unión Europea intenta a toda marcha superar los obstáculos que aún persisten para la ampliación hacia el Este, comenzando por la pugna sobre las subvenciones agrarias.

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Partidarios de la ampliación de la UE celebran el resultado del segundo referendo irlandés.Imagen: dpa

El Sí de Irlanda al tratado de Niza, en segunda instancia, puede ser interpretado, sobre todo, como un gesto de buena voluntad. A fin de cuentas, los irlandeses no querían figurar como un socio mal agradecido que, después de haber sacado partido de las bondades de la UE, obstaculiza el acceso de los países del Este a la Unión.

Pero las autoridades de Bruselas deben tener en claro que los sobresaltos irlandeses bien podrían haberse repetido en la mayoría de los estados miembros de la organización, si sus respectivas ciudadanías hubieran sido consultadas directamente. En primer término, porque el común de los mortales no logra enterarse realmente de lo que se esconde tras el mamotreto de términos jurídicos en cuestión; y, en segundo lugar, porque el temor a las consecuencias financieras de la ampliación también está haciendo mella en muchos europeos.

La ampliación pierde popularidad

De acuerdo con la última encuesta dada a conocer por la Comisión de la UE, sólo un 50% de la población del ámbito comunitario aprueba a estas alturas la ampliación hacia el Este, lo que representa una baja de un punto porcentual con respecto a diciembre pasado. Un tercio de los consultados la rechaza y el resto no tiene una opinión definida al respecto. La mayor aceptación se registra en Dinamarca, con un 68%, y la menor en Gran Bretaña, con apenas un 38%. En el caso de Alemania, la aprobación se ha reducido de un 47% a un 43%.

Estos resultados pueden ser atribuidos, al menos en parte, a la discusión que se desarrolla en las altas esferas políticas, en torno a cómo repartir los gastos que sin duda ocasionará el ingreso de países económicamente más débiles al club europeo. Esa discusión dista de haber sido zanjada y constituye ahora el mayor obstáculo de fondo para lograr la integración continental.

El lastre de las subvenciones

En la reunión de los ministros de Relaciones Exteriores de la Unión, que tiene lugar en Luxemburgo, figura por lo tanto en un lugar prioritario de la agenda el controvertido tema de las subvenciones agrícolas, convertido en el nudo gordiano de las negociaciones. Alemania, respaldada por Gran Bretaña, Holanda y Suecia, exige una reforma de la onerosa política agraria, por temor a tener que desembolsar aún más dinero. A la cabeza del otro bando, Francia intenta preservar los privilegios de sus campesinos.

Éste no es el único punto por resolver. También están pendientes, por ejemplo, la decisión acerca de si se accederá a emprender negociaciones con Turquía y el problema de Kaliningrado que, al consumarse la ampliación de la UE, quedaría convertido en un enclave ruso en su territorio. Pero, de momento, el punto más candente es la ya citada pugna en torno al presupuesto agrícola y su estructura. Zanjar tal disputa es un imperativo, más urgente que nunca ahora que el Sí de Irlanda ha reforzado las expectativas de los europeos orientales.