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Las peligrosas tácticas de los ultraderechistas en Alemania

31 de agosto de 2020

Grupos de ultraderecha y "Ciudadanos del Reich" intentaron entrar al Reichstag en las protestas negacionistas del coronavirus. El riesgo concreto puede haber sido menor, pero es mayor a largo plazo, según Hans Pfeifer.

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Deutschland Berlin Protest gegen Corona-Maßnahmen
Imagen: Reuters/C. Mang

El acto parecía espontáneo y poco coordinado: un gran número de personas burlaron las barreras del Reichstag, subieron las escaleras y se dirigieron en dirección a los portales de vidrio de la entrada, ondeando las banderas del Reich, de los antidemócratas, y gritando sus consignas.

La "tormenta" se acabó rápidamente. Los manifestantes pudieron ser controlados por unos pocos policías. Otros agentes se encargaron de despejar el recinto. Entonces, ¿no fue tan grave el asunto como se podría pensar? ¡De ninguna manera! La extrema derecha en Alemania ha estado siguiendo un plan durante mucho tiempo.

Muchos de los actuales ultraderechistas han aprendido a usar una importante herramienta política: la paciencia. No están intentando asaltar el Reichstag con todas sus fuerzas. A ellos les bastan las imágenes simbólicas del intento y las banderas ondeantes de sus seguidores.

Estos actos motivan a su propia gente, y el resto de la sociedad piensa enseguida que "no pasó nada". Esta impresión muestra cuán peligrosos son los planes de los extremistas de derecha: evitan "errores" que, por sus ansias de poder, se habían interpuesto repetidamente en su camino en las últimas décadas.

Hans Pfeifer, redactor de Deutsche Welle.
Hans Pfeifer, redactor de Deutsche Welle.Imagen: DW/B. Geilert

Indignación premeditada

El objetivo más importante de los hombres y mujeres ante el Reichstag no fue en realidad asaltar el edificio del Parlamento. No, lo que querían era lograr exactamente ha sucedido ahora: que se produjera una gran oleada de indignación. Los miembros del gobierno, del Bundestag e incluso el presidente alemán condenaron lo sucedido tajantemente.

Por supuesto que condenar un acto así es lo correcto. Sin embargo, el problema es que las respuestas apenas reflejan que la indignación provocada se ha convertido ahora en una parte integral de la estrategia de la ultraderecha: en los últimos años, los provocadores han practicado muchas veces la misma táctica. El resultado es que la opinión pública se acostumbra a este tipo de incidentes, y la rápida crítica por parte de los políticos se convierte en un ritual.

Y así, la narrativa de la ultraderecha se adentra cada vez más en la sociedad. Su lema es: "¡Los políticos deberían ocuparse más de los problemas reales de la gente!".

Esta táctica de camuflaje por parte de los predicadores del odio ultraderechistas tiene tanto éxito que incluso pueden participar en las grandes manifestaciones contra las medidas anticoronavirus en Alemania sin generar mayor repudio. Aunque la mayoría de los manifestantes no es partidaria de sus mensajes, logran desplazar los límites de lo que se tolera, a través de su calculada trivialización.

Subestimación peligrosa

¿Hasta dónde quieren llegar los enemigos de la democracia con su plan? Su objetivo es una sociedad nacionalista-racista que no reconozca la democracia y, por tanto, la libertad de prensa. Lo único válido sería su propia opinión. Los inmigrantes, periodistas y disidentes políticos deben temer por su integridad y sus derechos, como atestiguan los numerosos carteles amenazantes en las manifestaciones, que muestran a Angela Merkel y otras personalidades vestidas con ropas de presidiarios. Desde hace mucho tiempo hay personas que sirven de modelo con su comportamiento autoritario y antidemocrático en Europa. En Polonia y Hungría los enemigos de una sociedad inclusiva han gobernado durante años.

Y, también en Alemania, los enemigos de una sociedad abierta han llegado lejos en los últimos años. El sábado fueron detenidos por agentes de la policía casi en la entrada del Parlamento alemán, pero las voces más poderosas de su política que desprecia al ser humano hace tiempo que traspasaron ese umbral, porque desde 2017, el partido de ultraderecha Alternativa para Alemania, el mayor grupo político de la oposición, está representado allí. Este provoca con hostilidad permanente en contra de musulmanes, inmigrantes, opositores políticos, iglesias e instituciones sociales. Sus diputados están socavando cada vez más los valores de la Constitución liberal alemana.

Ese es el peligro real de actos como los del Reichstag: que los ciudadanos subestimen el fatal daño que se le puede hacer a la democracia. Quizá no hoy ni mañana, pero sí pasado mañana.

(rmr/ers)