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Las disculpas de Rumsfeld

8 de mayo de 2004

Un inusualmente contrito Donald Rumsfeld pidió disculpas ante una comisión del Senado estadounidense por los casos de tortura en Irak, sin lograr acallar las voces que exigen su renuncia.

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El ministro de Defensa defiende su propio puesto.Imagen: AP

Cuando hasta el influyente New York Times pide la destitución del ministro de Defensa estadounidense, no hace falta agregar mucho para imaginar cuán incómoda es la situación en que se encuentra Donald Rumsfeld. Mientras éste intentaba poner buena cara a las preguntas de la comisión del Senado sobre la tortura de prisioneros iraquíes, en Londres era interrogado uno de los soldados que formuló graves denuncias de maltratos cometidos por sus compañeros de armas en Irak. Y se va cerrando la cadena de datos que desmiente la versión oficial estadounidense de que las torturas fueron casos aislados.

Tortura "sistemática"

Organizaciones de derechos humanos hablan claramente de la "tortura sistemática" de prisioneros. Pierre Krähenbühl, del Comité Internacional de la Cruz Roja, afirmó en Ginebra que los maltratos no se limitaron a la cárcel de Abu Gharib, de donde provienen las fotografías que han escandalizado a la opinión pública mundial. De ello podría deducirse que se trataba de una "práctica tolerada" por los responsables. Y, siguiendo hacia arriba en la cadena de mando, el responsable político no es otro que el propio Rumsfeld.

En consecuencia, contra él apuntan ahora las preguntas y los dardos. Ante la comisión del Senado, por fin pronunció las tan esperadas disculpas; y éstas no se limitaron a las víctimas, sino que se extendieron también al Congreso y al pueblo estadounidense. Tanta disculpa no convenció, sin embargo, a un puñado de manifestantes que exigieron a gritos la renuncia del ministro, obligando a interrumpir brevemente su exposición de las medidas que Estados Unidos piensa tomar y su apología de las virtudes de la democracia estadounidense.

Revestimiento de teflón

Pero Rumsfeld no sería Rumsfeld si manifestaciones como éstas hicieran mella en su autoestima. El ministro cuenta, todavía, con el respaldo de su jefe, que sólo le ha recriminado no haberle informado antes de lo que estaba ocurriendo. Claro que eso puede cambiar si las encuestas empiezan a favorecer al demócrata John Kerry, -que exige su destitución- y empiezan afectar realmente las posibilidades de reelección de Bush.

Hasta el momento, la esfera política mundial mantiene silencio. Las recriminaciones contra la política estadounidense sólo provienen de la prensa y organizaciones humanitarias. Pero sus análisis y demandas de sanciones internacionales resbalan por la capa de teflón con que su actual inquilino parece haber recubierto a la Casa Blanca, como quedó claro en los meses previos a la guerra contra Irak. Lo que sí parece claro es que Washington tendrá más dificultades para conseguir que la ONU sancione, con una nueva resolución, sus intenciones de conservar el poder militar en Irak. Esa legitimación no se la han ganado las tropas de ocupación con las barbaridades cometidas.