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La lista de muerte de Karl Jäger

26 de enero de 2013

Un hombre de bien convertido en asesino de masas al servicio del nacionalsocialismo. El asesinato de judíos como acto burocrático. El frío cálculo de los ejecutores, de cuyos delitos no se quiso saber nada en Alemania.

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Imagen: DW

Es difícil no fijarse en la lista. Está colgaba justo delante en el pequeño Museo Judío de Vilna, un sencillo edificio de madera que alberga documentos que hablan de terror y desesperación, pero también de heroísmo y solidaridad.

Durante la ocupación alemana de 1941 a 1944, Lituania fue escenario de los actos de un gran número de conocidos criminales nazis; entre ellos, Helmut Rauca, Bruno Kittel, Franz Stahlecker o Karl Jäger. Este último se hizo tristemente famoso por sus actividades como coronel de las SS, jefe de la Policía de Seguridad y archivista de la muerte. Jäger se encargó de elaborar una lista minuciosa de aquellos que habían sido ejecutados “a su orden”, indicando lugar y fecha. El documento estaba clasificado como de “alto secreto”. El papel de tono amarillento aún puede leerse bastante bien. Karl Jäger nació en 1888 en la pequeña localidad de Waldkirch, en la Selva Negra, era hijo de un maestro de música y su nombre trae horribles recuerdos en Lituania.

Personalausweis von Karl Jäger
Documento de identidad de Karl Jäger.Imagen: Hessisches Staatsarchiv Wiesbaden

Una biografía ejemplar

Jäger tocaba el piano y el violín y, más tarde, aprendió a construir instrumentos de música mecánicos. Se convirtió en socio de la fábrica local de órganos gracias a su matrimonio y participó en la Primera Guerra Mundial. En 1923 se hizo miembro del NSDAP. Hablamos pues de un hombre cultivado, con formación musical, convertido en asesino de masas en Lituania. El historiador Wolfram Wette, que ha escrito un libro sobre Jäger, dice: “Era un hombre de clase media, una personalidad respetada en Waldkirch, se le consideraba ejemplar, brillante, correcto y cultivado, tenía éxito entre las mujeres”. Los domingos marchaba orgulloso por la ciudad con su grupo de asalto de 100 hombres de las SS.

Un minucioso balance de muerte

Poco después del ataque alemán a la Unión Soviética el 22 de junio de 1941, Jäger llegó a Lituania a la retaguardia del ejército. Dirigía un comando operativo y tenía la clara misión de aniquilar al pueblo judío. Medio año más tarde, lo había conseguido. A finales de noviembre, después de que, según la lista, 133.346 personas inocentes hubiesen sido ejecutadas, Jäger notificada orgulloso: “Toda Lituania está ahora limpia de judíos”. Para perpetrar este crimen, los nazis contaron con la ayuda de colaboradores del país, peones que se ensañaron brutalmente con sus compatriotas judíos, un espantoso capítulo de la historia de Lituania convertido en tabú.

Jüdisches Leben Litauen
Piedra conmemorativa en memoria a las víctimas.Imagen: DW/Isaiah Urken

El infierno en la tierra

Solo en Paneriai, cerca de Vilna, los Einsatzgruppen (“grupos operativos”) ejecutaron a 70.000 judíos. Hay informes de testigos presenciales que dan testimonio de las operaciones de aniquilación, de los disparos, del humo, de los gritos de las víctimas, del ladrido de los perros, del (último) camino que mujeres, hombres y niños debían recorrer hasta los lugares de fusilamiento del bosque de Paneriai. Para los pocos que consiguieron sobrevivir, una cosa está clara: aquello era el mismísimo infierno. Hoy día, el bosque es un lugar silencioso para el recuerdo. Se han erigido monumentos conmemorativos bajo la sombra de los árboles y se han marcado los sitios donde tuvieron lugar los fusilamientos en masa.

Jüdisches Leben Litauen
Lugar de ejecuciones en masa.Imagen: DW/Isaiah Urken

Un pasado reprimido tras la guerra

Karl Jäger, el antiguo coronel de las SS, volvió a su ciudad natal en 1945, donde nadie lo importunó con preguntas incómodas. No obstante, para ir totalmente sobre seguro, decidió mudarse cerca de Heidelberg, guardó silencio sobre su antigua pertenencia a las organizaciones nazis y vivió allí durante 15 años con su verdadero nombre y bajo el disfraz de hombre íntegro con un pasado en blanco. El historiador Wette dice: “Esto, naturalmente, plantea preguntas sobre el estado de la sociedad alemana por aquel entonces”. No fue hasta finales de los años cincuenta cuando el nombre de Jäger salió a la luz en el marco de investigaciones y procedimientos judiciales, tras lo cual fue detenido e interrogado durante semanas. No obstante, no llegó a ser juzgado por sus crímenes, ya que se suicidó en su celda antes de que se celebrase el juicio previsto.

El último capítulo: rechazo y silencio

Una vez terminada la guerra, la gente no se comportó en Waldkirch de forma diferente a como lo hizo en el resto de la joven república: nadie quería saber nada del pasado. En palabras de Wolfram Wette: “Después de 1945, la existencia de Jäger quedo reprimida y silenciada en la pequeña ciudad”. Nadie deseaba que le recordaran al asesino en masa; ni los descendientes, ni los políticos locales, ni los ciudadanos, ni los miembros de la Iglesia. Cuando Wolfram Wette publicó las primeras investigaciones en 1989, hubo diversas protestas. El historiador siguió recopilando toda la información disponible durante veinte años. Su libro sobre Karl Jäger salió a la luz en 2011. La respuesta que se produjo en la localidad volvió a ser desalentadora. “He recibido llamadas obscenas y cartas anónimas que reflejan un escenario bastante parecido al de 1989/90“.

El ethos del historiador

Historiker Wolfram Wette aus Freiburg
El historiador Wolfram Wette.Imagen: Florian T. Wette

La generación más joven ha roto el silencio. En el instituto de la localidad se han desarrollado proyectos de historia, se ha invitado a testigos de la época y se han organizado varias exposiciones. También han venido supervivientes del Holocausto de Lituania. La discusión se ha vuelto más objetiva. Sentado frente a la ventana panorámica de su casa, Wolfram Wette sabe que sus investigaciones han causado cierto malestar en Waldkirch, pero dice: “Creo que hay algo así como un ethos del historiador, una obligación de aclarar la historia. Para mí, está obligación también sigue vigente cuando sé que hay otros que prefieren apartar la mirada”.

Los visitantes se abren paso en las estrechas salas del Museo Judío de Vilna. Vienen de los EE.UU., de Alemania, de Italia. Contemplan las fotos con gran atención y leen los textos que las acompañan. La increíble sangre fría que impregna la lista de Jäger y otros muchos documentos los deja aún hoy totalmente consternados.

Autora: Silke Wünsch
Editora: Claudia Herrera