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La ley del hielo

23 de septiembre de 2002

Largas horas esperó Berlín por la reacción de Washington a las elecciones alemanas. Este desaire diplomático refleja claramente el malestar estadounidense, que ahora Schröder y Fischer intentan atenuar.

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El orgullo herido de George Bush.Imagen: AP

El telegrama de felicitaciones suele llegar presuroso al conocerse el resultado de comicios celebrados en países amigos. Los saludos pueden ser más formales o más afectuosos, según el caso, pero que no lleguen oportunamente es inusual y sintomático. La permanencia del canciller Gerhard Schröder en el cargo, no ha provocado precisamente alegría en la Casa Blanca. Y se nota.

Cambio de tono

Pese a sentir el peso de las irritaciones estadounidenses, Schröder y su ministro de Relaciones Exteriores, Joschka Fischer, reiteraron su posición contraria a una intervención militar en Irak, subrayando que no se había tratado de una maniobra electoral. Pero, aunque el discurso se mantiene, ya en esta primera jornada posterior a los comicios se percibió claramente un cambio de tono. El canciller aseguró que las relaciones con Washington permanecen "intactas" y manifestó la voluntad de discutir sobre las divergencias, sin perjudicar las bases de los vínculos germano-estadounidenses.

Saliendo al paso de las críticas por no haber buscado el diálogo directo con el presidente estadounidense en las pasadas semanas, Schröder afirmó que respetaba lo suficiente a Bush como para no involucrarlo en la campaña electoral. Pero eso es justamente lo que le reprochan las altas esferas de Washington: haberse valido de las tendencias antiestadounidenses para conquistar votos entre los pacifistas alemanes.

Interés sin precedentes

De hecho, hacía muchos años que Estados Unidos no estaba tan presente en una contienda electoral germana. Por otro lado, jamás los estadounidenses habían prestado tanta atención a unos comicios alemanes, lo que se reflejó en la amplia cobertura de la prensa.

Los artículos vinculan desde luego el tema con las divergencias en torno al problema iraquí. El Washington Post subraya, por ejemplo, cuánto disgustó a la Casa Blanca la "retórica antiestadounidense" empleada en Berlín , y afirma que los vínculos personales entre Schröder y Bush se han deteriorado en extremo. Importantes figuras del gobierno, como el ministro de Defensa, Donald Rumsfeld, lo han vuelto a confirmar, hablando de un "envenenamiento" en las relaciones.

Curando heridas

Ahora, pasadas las elecciones, comienza la ardua tarea de tratar de curar las heridas. En este contexto, diversos periódicos norteamericanos, como el New York Times, asignan un papel especial al ministro de Relaciones Exteriores alemán. Hacen notar que Fischer, pese a haber compartido la posición de Schröder, fue siempre mucho más cauteloso en sus expresiones y, por lo tanto, podría encontrar menos recelo en sus interlocutores.

El jefe de la diplomacia de Berlín, por lo pronto, ya ha puesto manos a la obra. Comenzó por destacar, este mismo lunes, la sobresaliente importancia de los lazos con Washington. Junto con subrayar que es el principal aliado de Alemania fuera de Europa, recordó que sin Estados Unidos no habría sido posible la liberación del país de la dictadura nazi, ni su reunificación. Habrá que ver si este bálsamo resulta eficaz y cuánto tarda en actuar.