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La independencia criolla cumple 200

15 de marzo de 2010

Cuando la lucha emancipadora comenzó a tomar forma hace 200 años, un vasto sector de la población latinoamericana fue alienada del proceso. ¿Tienen los habitantes originarios del continente algo que conmemorar?

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Alberto Pizango, líder indígena.Imagen: AP

Si la “raza cósmica” –como llamaba el filósofo mexicano José Vasconcelos Calderón a los latinoamericanos por cuyas venas corre sangre de nativos amerindios, esclavos africanos y colonizadores europeos en igualdad de proporciones– se rehusó en 1992 a celebrar los 500 años del “descubrimiento de América”, prefiriendo rememorar el “encuentro de dos mundos”, no es difícil imaginar las razones que tienen las comunidades indígenas del continente para resistirse a festejar el bicentenario de las independencias latinoamericanas como si de una victoria propia se tratara. ¿Tienen ellas algo que conmemorar?

No desde la perspectiva del Dr. Norbert Rehrmann, profesor en la Universidad Técnica de Dresde y autor del libro Simón Bolívar. Historia de vida del hombre que liberó a Latinoamérica. “La independencia de Venezuela dejó un sinsabor entre quienes no pertenecían a la élite criolla: los indios, los esclavos, los mestizos. En un principio, ellos no fueron invitados a participar en la gesta independentista y no se suponía que ellos debieran sacar provecho de ella”, asegura Rehrmann.


Después de la Independencia


“La situación de los indígenas no cambió para mejor después de las declaraciones de independencia. En la era republicana sus comunidades padecieron la intensificación de regulaciones alusivas a la posesión de tierras, a la explotación de la mano de obra y al cobro de impuestos especiales”, explica la Dra. Juliana Ströbele-Gregor, investigadora del Instituto Latinoamericano de la Universidad Libre de Berlín.


“Después de la Independencia se extendió la esclavitud de facto por deudas: en Ecuador siguió vigente el sistema del huasipungaje; en Perú, el del yanaconaje; y en Bolivia, el del pungaje o colonato”, agrega por su parte el Dr. Olaf Kaltmeier, investigador de la cátedra de Historia Ibérica y Latinoamericana en la Universidad de Bielefeld, especializado en el estudio de la etnicidad en el marco de los cambios históricos y de los movimientos sociales en América Latina.

Peru Alberto Pizango
El líder del movimiento de los indígenas amazónicos de Perú, Alberto Pizango. Perú es uno de los países en donde el conflicto entre la comunidad indígena y el Gobierno central es más cruento.Imagen: AP

De los tributos a las expropiaciones

El “tributo indio”, una suerte de impuesto per cápita pagado exclusivamente por los habitantes originarios del subcontinente, fue eliminado tras la ruptura de las colonias con la Corona española, pero los nuevos Estados se percataron de inmediato de que esa era una de las fuentes centrales de los presupuestos nacionales y terminaron reinstaurándolo hasta mediados del siglo XIX. Bajo los gobiernos liberales se pasó del “tributo indio” a un incremento considerable en la expropiación de las tierras de las comunidades indígenas.

“Cuando comenzaron la industrialización y el enfrentamiento entre las burguesías agraria y comerciante se urbanizaron nuevas superficies; esto trajo consigo la confiscación de las tierras de los indios”, dice Kaltmeier, añadiendo que de sus derechos civiles sólo se empezó a hablar más tarde. “Mucho más tarde”, enfatiza Ströbele-Gregor: “la población del Amazonas –los llamados ‘salvajes'– estuvo bajo la tutela de los Estados hasta bien entrado el siglo XX”.


Las raíces del movimiento indígena

“Durante la Colonia siempre hubo levantamientos de indígenas. El último de los que tuvieron lugar en los Andes fue liderado en 1781 por Túpac Amaru y Túpac Katari. Ellos convirtieron la región que hoy ocupan Perú y Bolivia en territorio rebelde, pero su rebelión no seguía una tradición de resistencia ni generó un movimiento tampoco. El movimiento indígena surge a principios del siglo XX, alimentado en casi toda Latinoamérica por las corrientes marxistas y socialistas de la época”, sostiene Kaltmeier.

Morales und Heiler
Evo Morales en el centro de una ceremonia en el que curanderos aymara lo reconocen como el líder de Bolivia.Imagen: AP

“La revolución boliviana de 1952 es un acontecimiento importante, pero, en ese caso, la causa indígena se vio eclipsada por la agenda de los agricultores. Es más adelante, durante los años sesenta y setenta, cuando despierta una suerte de consciencia étnica en la región; por esa época tuvieron lugar Barbados I y II”, cuenta el investigador de la Universidad de Bielefeld, refiriéndose a los simposios celebrados en la isla de Barbados en 1971 y 1977, respectivamente.

Saliendo del aislamiento

Esos encuentros se realizaron para denunciar públicamente los esquemas coloniales bajo los que seguían viviendo las poblaciones aborígenes en el seno de los Estados latinoamericanos. “Barbados I reunió sobre todo a científicos sociales, mientras que Barbados II contó con la presencia de numerosas organizaciones indígenas, apoyadas por colaboradores bien intencionados que iban desde etnólogos y antropólogos hasta organizaciones no gubernamentales y representantes de un catolicismo progresista”, dice Ströbele-Gregor.

Allí se redactaron dos declaraciones que le dieron estructura a un discurso indigenista y fuerza motriz a un movimiento que hasta entonces se había propuesto como meta la reforma agraria. Una vez agotado el paradigma de la lucha por la tierra, la llamada consciencia de clase se hizo cada vez menos atractiva para los indígenas. “Eso quedó expresado en los foros de Barbados, en donde el debate sobre sus oportunidades y problemas adquirió una perspectiva étnica y cultural, con acento en sus normas, valores y cosmovisiones”, dice Kaltmeier.

Bolivien: Indios Protestieren gegen Mesa und das Gasreferendum in El Alto
La bandera del movimiento indígena y los puños alzados de manifestantes aymara en señal de desafío al ex presidente boliviano Carlos Mesa, pocos días antes de un referéndum en torno a las reservas nacionales de gas (2004).Imagen: AP

Movimiento en cámara lenta


“En los años ochenta, de poner énfasis sobre el tema de la posesión de tierras se pasó a hablar de la necesidad del reconocimiento de la población indígena, de su derecho a una educación bilingüe e intercultural, del deber de los Estados a garantizarle acceso a los servicios sanitarios gubernamentales. Y en la segunda mitad de los noventa, tanto en Ecuador como en Bolivia la meta pasó a ser la convocatoria a asambleas constituyentes en donde estuvieran representadas las comunidades indígenas”, comenta Ströbele-Gregor.

Hoy, tanto Olaf Kaltmeier como Juliana Ströbele-Gregor evitan generalizar al hablar de los “nuevos Gobiernos de izquierda”, insistiendo en que las relaciones de los países latinoamericanos con sus respectivas comunidades indígenas deben ser analizadas de manera diferenciada, independientemente de las ideologías políticas de sus presidentes de turno. Es en Bolivia donde sus reivindicaciones más parecen ser tomadas en serio; es en Perú y Chile donde su confrontación con el Estado es más cruenta; y es en Venezuela donde el reconocimiento formal de sus derechos debe ser respaldado con hechos, dicen los investigadores.

Queda mucho por hacer

En otras palabras, la verdadera emancipación de los pueblos indígenas latinoamericanos todavía está por venir. “Cuando uno analiza lo que los miembros del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) exigen en México desde 1994, uno se da cuenta de lo mucho que todavía tienen que cambiar las estructuras políticas, económicas y sociales en América Latina de cara a las comunidades originarias de la región”, cierra Ströbele-Gregor.

Autor: Evan Romero-Castillo

Editor: Claudia Herrera Pahl