Los cables ocultos
1 de septiembre de 2011Publicidad
Los derechos de su libro Inside Wikileaks: el tiempo que pasé en la página web más peligrosa del mundo ya se los ha vendido Daniel Domscheit-Berg a la productora cinematográfica Dreamworks, pero con el relato del alemán parece no acabar la parte de la historia en torno a esta plataforma digna de ser llevada a la gran pantalla.
Julian Assange, fundador de Wikileaks, está enfadado, y el portal acaba de emitir una declaración escrita en la que acusa de negligencia al periodista del diario británico Guardian David Leigh y “a una persona en Alemania”, cuyo nombre no se cita, por propagar para beneficio personal la contraseña que da acceso a más de 250.000 cables del Departamento de Estado estadounidense, en los que aún constan los nombres de informantes cuya vida podría estar ahora en peligro.
La clave, según las quejas de Assange, se hallaba cifrada en el libro de Leigh Inside Julian Assange’s war on secrecy, publicado el pasado febrero. Los datos que pueden leerse con ella habrían llegado la Red por culpa de Domscheit-Berg. Tanto el uno como el otro lo niegan.
Un robo o una puesta a salvo
Poco después, en diciembre de 2010, el alemán anunciaba su intención de poner en marcha, junto con otros desencantados de Wikileaks, un servicio alternativo para el intercambio de datos confidenciales en Internet, destinado especialmente a la prensa: OpenLeaks salía en 2011 al ciberespacio, pero a mediados de año aún se veía afectado por problemas técnicos. Para entonces, Domscheit-Berg y Assange libraban ya una batalla en toda regla: el segundo acusaba al primero de robo y apropiación de documentos.
La cosa se complicó cuando, según se cree a principios de 2011, simpatizantes de Wikileaks colgaron en la Red una copia del archivo que, sin ellos saberlo, contenía además los 251.000 cables originales del Departamento de Estado de EE.UU. Mientras nadie los encontrase y la clave de acceso no se propagara, no había nada que temer. Pero el revuelo levantado despertó demasiadas curiosidades: investigadores y hackers aficionados dispuestos a resolver el misterio empezaron a surgir con el correr de los rumores. En el momento en que apareció la pista definitiva –el código estaba en el libro de Leigh- fue una cuestión de tiempo hasta que los documentos estuvieron disponibles en la Red.
Un alemán, un australiano y un británico
En agosto de 2011, el club informático alemán Caos (Chaos Computer Club, CCC) expulsó a Domscheit-Berg. En una entrevista concedida a Der Spiegel, uno de sus directivos, Andy Müller-Maguhn, que había ejercido de mediador en el conflicto entre su compatriota y Assange, criticaba a Domscheit-Berg y ponía en duda la versión de que éste desconocía la existencia de datos no publicados.
Sin embargo, tampoco el papel de Assange en la enrevesada cuestión está claro. Leigh narra su encuentro con él y lo que éste le informó acerca del código para acceder a los archivos, pero el periodista sostiene haber creído siempre que la secuencia de datos ya no existía, y a las actuales acusaciones de negligencia responde preguntando por qué su denunciante no borró los documentos o advirtió a los afectados –como ha hecho ahora- hace medio año, en febrero de 2011, cuando el libro con la contraseña salió al mercado.
Autor: Luna Bolívar Manaut
Editor: Pablo Kummetz
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