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La ciencia y el nazismo

Mirra Banchón 15 de enero de 2004

Fue un siquiatra insigne, Premio Nobel de la Medicina en 1927. 63 años después de muerto, su simpatía por el nazismo deshonra su recuerdo y levanta una polémica, que cuestiona la relación de la ética y la ciencia.

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Los fantasmas del nazismo.Imagen: AP

Una comisión de historiadores se puso a revisar las biografías de los baluartes de la patria enterrados en las tumbas de honor del cementerio de Viena. Cuando le tocó el turno a Julius Wagner-Jauregg -Premio Nobel de Medicina en 1927, cuyo rostro se veía en los billetes de 500 chelines- salió a la luz algo que todo el mundo sabía pero se ha preferido ignorar por decenios: este brillante neurólogo y siquiatra fue un adepto de la ideología nazi. En juego está ahora, post mortem, su exhumación y cambio de morada morturia, el nombre de un hospital denominado en su honor, su busto entre los honorables de la Universidad de Viena y la designación de un bloque de viviendas y avenidas Wagner-Jauregg. La introducción del euro le ahorró a la opinión pública una discusión adicional. También está en juego la ética de la ciencia, y la credibilidad del Premio Nobel.

Defensores y fiscales

En la acalorada discusión que ocupa hoy a Austria, los miembros del partido Verde y del partido Comunista abogan a favor de quitarle los honores, pues no los merece alguien que cuando la Alemania de Hitler estuvo a favor de la "anexión" de Austria (1938) y que solicitó su admisión en el partido nacionalsocialista -deseo que no le fue concedido por haber estado casado con una mujer de origen judío. Los populistas conservadores han reaccionado a favor del ilustre científico aduciendo su excelencia académica, sus orientaciones políticas no cuentan para ellos.

La voz del Collegium

Tampoco cuentan para el director de la clínica neurológica, Werner Schöny, que remarca sus indiscutibles méritos científicos y aboga por una conservación del nombre. Si bien admite haber estado consciente de que el ahora controvertido siquiatra simpatizaba con el nacionalsozialismo, "no fue un agitador, no fue enemigo de los judíos pues incluso los aceptó como colegas", así las declaraciones de Schöny. La prensa austriaca maneja, sin embargo, otros datos: como siquiatra Wagner-Jauregg defendía, por ejemplo, excluir a los enfermos mentales de la procreación. Ensalzó, supuestamente, las leyes nazis de discriminación racial y condenó abiertamente la emancipación femenina. Además, ya después de la Primera Guerra Mundial había sido enjuiciado por haber aplicado a soldados "de origen étnico inferior" un tratamiento forzoso contra la neurosis de guerra: la tortura con electro choques.

La justicia histórica

La comisión de historiadores encabezada por el encargado de asuntos de restitución de bienes a los perseguidos por el nacionalsocialismo, se dedica a revalorizar todos los títulos de honor concedidos en aquella época. Al caso de Wagner-Jauregg se suma el de otro insigne Premio Nobel austríaco, el zoólogo Konrad Lorenz. "Desde el punto de vista actual, la comisión no recomienda conservar la tumba de Wagner-Jauregg".

Quienes lo defienden, aducen que fue un "hijo de su época", al cual no se debe juzgar con parámetros modernos. Sin embargo, los criterios para la concesión del Premio Nobel eran en aquel entonces los mismos de hoy: se premia el aporte a la humanidad a través de la ciencia, y no sólo la ciencia por la ciencia. ¿La brillantez de sus aportes científicos lo libran de toda cuestionamiento ético, más aún cuando ya no existe sobre la faz de la tierra?