Kalashnikov: mito y maldición de un arma

Ha circulado por las manos de militares, policías, terroristas, guerrilleros y delincuentes. La utilizaron los vietnamitas, los mujahidines afganos y los guerrilleros cubanos. Y aún hoy hay quienes gustan de mostrarse con ella al hombro. Basta ver las fotos del terrorista más buscado del mundo: Osama Bin Laden.

La Kalashnikov llegó a convertirse en un símbolo de los conflictos de la segunda mitad del siglo XX. Desde 1949 se han producido más de 70 millones de unidades de este rifle automático, que fue utilizado en por lo menos 78 países del mundo. Lo que nadie puede calcular con certeza es el número de muertes que corren por su cuenta.

Orgulloso de su invento

En el museo de armas de la localidad de Suhl se presenta actualmente una exposición dedicada a este verdadero mito de la historia de la violencia. A la inauguración acudió su propio creador, Mijail Timofeyevitch Kalasnikov. Con 82 años de edad a cuestas, el armero no oculta el orgullo que siente por su invento. Ciertamente sabe que su creación sirve para matar, pero se defiende asegurando que no es un político y no decide sobre la forma en que es utilizada.

Nacido en 1919 en un pequeño pueblo campesino, entró al ejército soviético en 1938. Relata que durante la II Guerra Mundial vio como los soldados alemanes estaban provistos de ametralladoras, y por eso se dedicó a tratar de construir un arma automática. El primer prototipo estuvo listo poco antes de acabar la guerra, de modo que no llegó a cumplir su cometido original.

En la década del 50, el ejército soviético fue equipado con las Kalashnikov, que luego experimentarían también un verdadero boom de exportación. El secreto de su éxito, según los entendidos, radica en su extrema resistencia: funciona en todo clima y sigue disparando cuando otras se atascan.

Honores en lugar de riquezas

Si hubiera tenido la oportunidad de patentar su invento, Mijail Timofeyevitch Kalasnikov sería hoy multimillonario. Pero ese no fue el caso. Según explica, el estado recibía el dinero obtenido por las ventas y lo distribuía de acuerdo con las necesidades existentes. En la actualidad vive humildemente y hasta el traje que vistió al visitar la exposición era regalo de unos amigos. No obstante, no se queja. Para él, lo principal es el honor que se le ha rendido, dedicándole un enorme busto de bronce en su pueblo natal y múltiples condecoraciones.

"Mito y maldición de un arma", es el título que lleva la exposición de Suhl. El anciano armero encarna el mito. De la maldición no se siente responsable.