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Impaciencia sospechosa

CHP19 de agosto de 2003

La demanda formal hecha a la OMC por EE.UU., Canadá y Argentina para que cree una comisión de arbitraje que dirima la disputa con la UE en torno a productos transgénicos, endurece aún más el frente de conflicto.

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Maíz genéticamente manipulado. No existen pruebas de que sea peligroso, pero tampoco de lo contrario.Imagen: BilderBox

La batalla por exportar productos transgénicos a la Unión Europea se recrudece. Estados Unidos, Canadá y Argentina, no están dispuestos a seguir permitiendo la moratoria de exportación europea a productos genéticamente manipulados y han pedido oficialmente a la Organización Mundial del Comercio(OMC) la creación de una comisión de arbitraje para que decida sobre la legalidad de la política europea en materia de transgénicos.

Etiquetado obligatorio

Estos tres países ponen en duda los argumentos científicos europeos, sobre potenciales peligros resultantes del consumo de alimentos transgénicos y acusan a la Unión Europea de prácticas proteccionistas. Cierto es que la moratoria que sostiene la Unión Europea desde octubre de 1998 les ocasiona pérdidas millonarias. A Estados Unidos concretamente pérdidas anuales por más de 300 millones de dólares sólo por las exportaciones de maíz. Pero igual de cierto es que la Comisión Europea no se mantiene inactiva. El mes de julio pasado la UE aprobó una nueva normativa que establece un etiquetado obligatorio para todos los productos que contengan más de un 0.9 por ciento de organismos genéticamente modificados y exige que en los alimentos y piensos se tolere un máximo del 0,5 por ciento de transgénicos no autorizados siempre y cuando haya al menos un informe científico que lo respalde.

Esfuerzo por generar confianza

Calificar esta normativa de barrera comercial es un poco atrevido, después de todo el estudio científico independiente sobre el impacto de estos alimentos en la salud humana, previo al permiso de autorización de su venta sólo busca la seguridad del consumidor europeo. Resulta incluso a la larga en beneficio de aquellos países que como Estados Unidos, Canadá y Argentina quieren exportar sus productos a Europa, pues si el consumidor europeo está convencido de que los alimentos transgénicos no implican peligro alguno, los comprarán sin mayor duda.

El consumidor decide

La disputa entre ambos bloques, los que ven en los alimentos transgénicos una oportunidad y los que centran actualmente su atención en posibles peligros, sólo se podrá dirimir por medio de las negociaciones. Y no estaría mal que el bloque de países que quieren promover a toda costa las ventas de alimentos transgénicos mantengan en mente que no sólo los europeos tienen el derecho indiscutible de saber qué es lo que se le sirve en el plato y decidir si quieren o no consumirlo.