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Hacinamiento en vez de resocialización

30 de septiembre de 2002

La crisis financiera que padecen numerosas ciudades y regiones ha provocado un dramático hacinamiento en las cárceles alemanas. Los motines son un peligro inminente.

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No hay privacía, pero tampoco vida en comunidad.Imagen: AP

Las cárceles alemanas se encuentran sobrepobladas a tal grado que según expertos, no puede descartarse el estallido de revueltas y motines. ‘Hay mucho descontento y las tensiones aumentan debido a la falta de espacio físico", afirma Wolfgang Schroeder, presidente de la confederación alemana de servicios penitenciarios. En promedio las cárceles rebasan su capacidad hasta en un 30%, y el problema no sólo es la falta de espacio, sino de personal. "Entre más hacinamiento, mayor es el peligro de que en cualquier momento la situación estalle", dijo Schroeder.

Una de las mayores cárceles del país

La penitenciaría de Berlín Tegel es uno de los mejores ejemplos de esta dramática situación. Debido a la crisis financiera existente en Berlín, la cárcel, una de las más grandes de Alemania, ha tenido que reducir su personal y ajustarse a un reducido presupuesto. La falta de custodios se refleja en una menor vigilancia, los presos permanecen mayor tiempo encerrados.

Menos aún puede hablarse de resocialización en esta fortificación de 13 torres de vigilancia, donde desde hace más de 100 años se encierra a todo tipo de delincuente. Asesinos, estafadores, traficantes y criminales sexuales viven en celdas de ladrillos, viejas y húmedas, que más bien debieran ser piezas de museo. Unos 1.700 hombres se encuentran hacinados tras sus muros, 164 de ellos no tienen un lugar fijo, uno de cada cuatro no tiene ninguna ocupación.

Extranjeros, en sección de alta seguridad

Jürgen Schulze lleva ya bastante tiempo en el edificio III, la sección de alta seguridad del penal. Ahí se encuentran los delincuentes violentos y los que han incurrido en un delito dentro de la cárcel. Pero también se encuentra ahí todo reo que no pueda defenderse de las agresiones de los demás. 70% de los presos en la sección de alta seguridad son extranjeros. Acuchillados hay a diario, dice Schulze. El contrabando de alcohol está en manos de polacos, y el de drogas se lo pelean afganos y turcos. Los rusos hacen negocio con las llamadas telefónicas.

Schulze cumple una condena de tres años de cárcel después de haber sido descubierto varias veces conduciendo sin licencia. Después de lo que ha visto en el tiempo que lleva dentro, dice, nunca en su vida volverá a conducir un automóvil. Para entender sus palabras hay que recorrer la cárcel de un extremo a otro. A lo largo de los pasillos se impone el olor a carbón, el combustible se usa para calentar los hornos que se encuentran en funcionamiento desde la época del último Káiser alemán. Cientos de celdas con pesadas rejas de hierro se suceden una a otra.

Un lugar que debiera ser demolido

No hay privacía, pero tampoco se vive en comunidad, las celdas deben ser visibles a los custodios del penal. Dentro de las cámaras, los prisioneros comen junto a los baños abiertos. No hay ni electricidad ni agua caliente. Un lugar, que según el senador de justicia de Berlín, debiera ser demolido. El problema es que no hay recursos para construír un nuevo edificio.

Esta situación es general en todas las cárceles alemanas. "Hemos llegado a un extremo en el que no se puede descartar el peligro de motines y revueltas internas", afirma Schröder. Según los datos del presidente de la confederación alemana de servicios penitenciarios, la población de reos pasó de los 55.000 internos en 1992 a más de 80.000 en el 2001.

"A estos datos habría que añadir que hay 3.800 plazas de funcionarios de prisiones sin cubrir, entre ellos 2.400 uniformados", destaca Schröder. El funcionario pide medidas urgentes al nuevo gobierno ‘roji-verde’ para resolver un problema que no puede esperar.