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Guillermo Fadanelli: "Diego no sirve para ser ejemplo de las instituciones"

10 de marzo de 2010

El escritor mexicano Guillermo Fadanelli opina sobre la actuación de Diego Maradona como DT del seleccionado argentino y da su pronóstico acerca del partido amistoso entre Alemania y Argentina del 3 de marzo de 2010.

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Guillermo Fadanelli, escritor y videasta mexicano.Imagen: DW


Un amigo aficionado a las corridas de toros llegó a decirme cierto día: "acerca de toros no saben ni las vacas." Y yo que jamás he pisado una plaza de toros y dudo mucho hacerlo algún día, le respondí: "Eso sucede a menudo en la vida: sólo sabemos de fútbol cuando acabó el partido." Y es que son demasiadas variables las que deben tomarse en cuenta si quieres hacer un buen pronóstico, pues la inspiración de un solo jugador durante una tarde puede modificar diametralmente el cauce de la contienda. De modo que, en mi opinión, lo más conveniente es aguardar con toda calma la llegada de lo inesperado. El fútbol no es un conjunto de normas o variables que pueden dominarse, sino sobre todo es un drama que se hace más humano cuando toca los límites de la tragedia.

El arte pone en nuestras manos objetos que antes no estaban en el mund lo mismo que hacía Maradona cuando tomaba el balón y nadie podía anticiparse a su imaginación. El jugador argentino poseía atributos indispensables para cualquiera que tenga el descaro de exhibirse en una cancha: malicia, habilidad, visión y sobre todo gracia. Sin gracia no vale la pena siquiera asomarse por la ventana. Maradona no fue ese labrador que se levanta desde temprano a talar árboles, ni el fenómeno que explota su habilidad en un circo, ni mucho menos el hombre dedicado que va obteniendo metas y cumpliendo las expectativas que se esperan de él. Diego se inventó en el camino y nos mostró que el fútbol está más cerca del humanismo que de la ciencia y los negocios. El mercado (una de las drogas más efectivas de nuestro tiempo) no ha sabido nunca exactamente qué hacer con su persona. Diego no sirve para ser ejemplo de las instituciones porque es único y sus vicios son una prueba más de honradez humana. La mansedumbre no es un sello que lo caracterice. No posee una doble cara y se ha pasado la mitad de su vida castigado.

Y si ahora es entrenador no podemos esperar de él más que la incertidumbre y la certeza de que incluso su caída será memorable. ¿Cómo pudo no condescender con Riquelme? Nadie se habría imaginado que en la clasificación al mundial de Sudáfrica los argentinos perdieran seis goles contra uno al enfrentar a una de las peores selecciones que Bolivia ha tenido en la historia. Pero el suicidio sentimental y el auto escarnio propio de los argentinos cuando critican a su selección (vanidad al fin y al cabo) no prueban la debilidad de un equipo que ha sido campeón incluso viviendo desde abajo (como sucedió en la clasificación del mundial de México 86) y que es todas las veces favorito para alzarse con la copa. Sólo basta nombrar a jugadores como Verón, Higuaín, Tevez, Agüero, Milito, Heinze y Lionel Messi para echar abajo un pesimismo que ha aumentado a raíz de las actuaciones de Maradona como entrenador.

En estos tiempos que corren desbocados (quién sabe a dónde) la figura del entrenador se encuentra sobre estimada: es el metrónomo, la dirección, el dios que conduce a las ovejas a su destino, es la constante y el punto donde se encuentran los fieles para rezar. No me convence su importancia. Con los jugadores que tiene Argentina no se requiere un gran entrenador (cualquier comentarista más o menos versado los podría dirigir por teléfono desde su casa). Si los jugadores no resuelven problemas dentro del campo haciendo uso de la intuición, la perspicacia, la oportunidad, el conocimiento inmediato de los rivales, entonces es más conveniente que observen el partido desde las gradas. Ellos no tienen que preocuparse porque Maradona sea o no un buen entrenador: en todo caso sería más práctico aguzar los sentidos y aprender de su proximidad. A fin de cuentas, el "Pelusa" ya hizo lo suyo.

Guillermo Fadanelli (Ciudad de México, 1963), es escritor, editor y videasta. En 1991 fundó junto con otros artistas españoles el Movimiento Cerebrista, con sede en Madrid, España, y allí mismo publicó su primer libro, 'Cuentos mejicanos'. De vuelta en México fundó 'Moho', una revista dadaísta. En 1998 obtuvo el Premio Nacional de Literatura por su novela 'La otra cara de Rock Hudson'. En 2002 obtuvo el Premio Nacional de Narrativa Colima por 'Lodo', novela que también resultó finalista del Premio Rómulo Gallegos.