Eurocrisis: la política aún no aporta soluciones
12 de abril de 2013
Cuando un país está sobreendeudado, siempre puede recurrir a la inflación. Al imprimir más billetes, el dinero se abarata, y, de ese modo, puede pagar sus deudas sin problemas. Que un país en deuda caiga en bancarrota es algo sumamente extremo, aunque sus acreedores recuperen menos dinero del que invirtieron.
Pero si ese país es miembro de la unión monetaria europea, debe dejar la política económico-financiera (y con ella la herramienta de la inflación) en manos de esa comunidad. Si sus deudas exceden sus posibilidades de pago, el riesgo de caer en default se hace cada vez mayor y los inversores exigen intereses altísimos, y hasta pueden llegar a darles la espalda. Esa es, justamente, la dolorosa experiencia por la que están pasando desde hace tres años los países en crisis de la eurozona.
El euro, ¿un concepto fallido?
Es por eso que Jürgen von Hagen, director del Instituto Internacional de Política Económica, considera que el euro está basado en un concepto fallido, y para reestructurarlo se fundó el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MES). Von Hagen prefiere llamarlo “Fondo de deuda”. “Se trata de un fondo que se creó basándose en la suposición de que la crisis de deuda europea podía darse en un solo país, y ese país debería ser, en el mejor de los casos, pequeño”, explicó el experto en entrevista con DW, dado que, tan pronto como una economía mayor, como la de España o Italia, se derrumbase, la suma del paquete de rescate se agotaría en muy poco tiempo.
Si bien esa suma podría aumentarse infinitamente, ese escenario agravaría lo que los economistas llaman un “problema para el bien común”, es decir, un conflicto que aparece cuando una comunidad utiliza los recursos a disposición, que son limitados. En este caso, los recursos que provienen de la recaudación impositiva.
“Ese tipo de problemas siempre conduce a que el gobierno de un país tenga que recurrir a la recaudación impositiva de otro, porque se sirve de ingresos de los que no se tiene que responsabilizar de manera democrática”, señala von Hagen. Eso seguramente provocará que Europa siga sobreendeudándose, opina el economista.
Pacto Fiscal, una medida “ilusoria”
Los más optimistas, por otra parte, creen que eso no va a suceder, ya que, para evitarlo, existe el Pacto Fiscal, que entró en vigor a comienzos de este año para poner coto a la deuda de los países de la eurozona. En él, 25 países se comprometen a introducir un techo a su endeudamiento, además de cumplir con los criterios que impone el Tratado de Maastricht. Para Hagen, sin embargo, el pacto no es nada más que una medida de vigilancia económica ilusoria.
“El Pacto Fiscal se basa en la idea de que se controle cada vez más a los países miembros de la eurozona. Pero, en definitiva, lo que se vigila no es la puesta en práctica de la política fiscal, sino la formulación de esa política”, dice von Hagen. Y esa formulación se sostiene, a su vez, en pronósticos que, sometidos a suficientes remiendos, llegan a cumplir con el ideal exigido.
“No es blanco ni negro, sino gris”
Achim Wambach, director del Instituto de Política Económica de la Universidad de Colonia, advierte, por el contrario, que no se debería restar importancia al Pacto Fiscal como si nadie estuviera cumpliendo con él: “Las cosas no son blanco o negro, sino siempre gris. También los criterios de Maastricht produjeron su efecto. Fue doloroso, políticamente hablando, tener que cumplir con más del 3 por ciento del rendimiento económico en medio del déficit fiscal”, aclaró Wambach a DW.
Aun si el Pacto Fiscal tuviera efectos positivos, todavía queda el sector bancario, la mayor obra en construcción de la estructura económica de la eurozona. La planeada Unión Bancaria fue pensada para minimizar el riesgo de que la insolvencia de algunos bancos hiciera tambalear a toda la unión monetaria europea.
La eurozona podría comenzar a derrumbarse si las fuerzas económicas centrífugas se tornaran cada vez más fuertes, o si los países del norte europeo se cansaran de rescatar a países en quiebra. Clemens Fuest, presidente del Centro Europeo de Investigación Económica, podría llegar a imaginarse que un país como Finlandia, por ejemplo, se decida a abandonar la eurozona “porque ya no querría seguir pagando para los países económicamente periféricos si la zona euro continúa con esta evolución poco satisfactoria”, subrayó Fuest en conversación con DW.
El experto cree que, si Finlandia se va la eurozona, nadie lo culparía demasiado. “Otro de los escenarios difíciles”, añade Fuest, “sería que justamente los países en problemas de la zona euro no logren adaptarse a las exigencias y, luego de tres años de recesión, se decidan a abandonar la unión monetaria porque ya no tienen más esperanzas de mejorar”.
Autora. Danhong Zhang/ Cristina Papaleo
Editor: Diego Zúñiga