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El precio de la "honra"

Luna Bolívar Manaut13 de abril de 2006

A Hatun Sürücü la mataron tres balas. Su hermano menor apretó el gatillo porque la chica, criada en Alemania pero de padres turcos, vivía como una occidental. El joven ha sido condenado a nueve años y tres meses.

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El "honor familiar" les dio derecho a matar.Imagen: Picture-alliance/ dpa/dpaweb


Según los jueces, Hatun Sürücü fue asesinada "por vivir como creía que debía hacerlo". Su muerte es una injusticia, ejemplo para otras muchas que se producen en Alemania y en los restantes países europeos con altos índices de inmigración musulmana. El siete de febrero de 2005, Hatun Sürücü esperaba al autobús en una parada cercana a su casa, en el barrio berlinés de Tempelhof. El asesino pudo agredirla desde muy cerca: era su hermano menor quien disparaba.

Nueve años y tres meses tendrá que pasar el joven en prisión, han dictaminado los jueces. Cuando mató a su hermana tenía 18 años y por eso ha podido acogerse a una pena juvenil, que de acuerdo con las leyes alemanas no puede sobrepasar los 10 años de reclusión. Sus dos hermanos mayores, según la fiscalía implicados también en el asesinato, no dispararon el arma y saldrán en libertad por falta de pruebas, dice el Tribunal Regional de Berlín que ha juzgado el caso.

Un final triste para una triste historia

Prozess um Ehrenmord an junger Deutsch-Türkin
Madre soltera, mujer con formación y vida propia: un delito en ciertas tradiciones.Imagen: dpa - Bildfunk

Hatun Sürücü se había criado en Alemania, pero sus padres son de origen turco. Tenía 16 años cuando fue obligada a casarse. El matrimonio se concertó con su primo suyo, residente en una región kurda de Turquía. Entregada a un desconocido por la fuerza, arrancada de su entorno familiar, Sürücü regresó a Berlín un año después de la boda, en 1999, para dar a luz a su primer hijo. Luego, se negó a volver a Turquía junto a su marido impuesto.

Durante seis meses, Sürücü vivió en casa de sus padres. Terminó la escuela y abandonó el hogar familiar al tiempo que empezaba una formación profesional como técnico en electrónica. Sola se ocupaba de su hijo. Su vida se ajustaba más al modelo occidental que a las tradiciones impartidas en casa de sus padres, y ese fue el gran pecado de Sürücü. El pecado que le costó la vida.

Truncado intento de ser firmes

A lo largo del proceso judicial, el hermano menor de Sürücü, el único que ha reconodo la autoría de los hechos, se presentó como actor en solitario. La fiscalía insistió en que el asesinato fue planeado conjuntamente por los tres hermanos. Alpaslan y Mutlu, al contrario que su hermano menor, habían cumplido la mayoría de edad cuando se produjeron los hechos y la acusación pedía para ambos cadena perpetua.

En el juicio Alpaslan, Mutlu y sus padres se negaron a declarar, acogiéndose al derecho a guardar silencio que tienen los familiares directos. Así, el tribunal no encontró pruebas suficientes para condenar a los hermanos mayores y el más pequeño queda protegido por la ley de menores. La sentencia es por lo tanto más suave de lo que se esperaba, en un juicio que ha despertado mucha atención y pretendía sentar un precedente.

Una "dimensión inconcebible"

En el inacabable debate sobre los procesos de integración, en Alemania este juicio tiene más valor que el ya de por sí terrible acto del asesinato. Se trata de demostrar que los límites del Estado de Derecho no pueden ser quebrantados y valen para todas las culturas y diferentes mentalidades. Los inmigrantes han de ser acogidos, integrados y respetados. Pero las leyes también valen para ellos. La violación de los derechos humanos, sea por el motivo que sea, no será admitida en Alemania y los que deseen vivir aquí deberán amoldarse a este principio. Ése se quería que fuera el mensaje. Una señal de advertencia que ahora queda edulcorada.

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Ser mujer y musulmana sigue impidiendo en muchos casos una vida en paridad con el hombre.Imagen: AP

Constantemente aparecen en los medios germanos mujeres que cuentan historias semejantes a la de Sürücü, espantando a los alemanes, que no quieren que en su país se permitan el matrimonio forzoso, los casamientos de menores o el asesinato en nombre del "honor". En el año 2000, unas 5.000 chicas murieron a manos de deshonrados hombres, según Naciones Unidas. En Brasil, Ecuador o Italia estos hechos se suceden con frecuencia. Los alemanes no quieren que su país pueda pertenecer a esta lista negra.

Como un juicio de una "dimensión inconcebible" lo ha definido el juez que dirige la sala. "Gentes de otras mentalidades deben comprender que las mujeres tienen el derecho ha decidir por sí mismas lo que hacen. También las turcas", dijo en relación al caso el político socialdemócrata Ehrhart Körting, añadiendo: "si realmente [los familiares de Sürücü] tuvieran honor deberían ser consecuentes y abandonar Alemania. Claramente, teniendo en cuenta su escala de valores, no pertenecen a este lugar".