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El pasado que no cesa

6 de septiembre de 2002

Con una ceremonia solemne se recordó este viernes en Múnich a los 11 deportistas israelíes que fueron víctimas del terrorismo en las Olimpiadas de 1972. Un homenaje en que se subrayó también la urgencia de buscar la paz.

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Un miembro del comando terrorista en la aldea olímpica de Múnich, en 1972.Imagen: AP

"Tampoco ahora podemos capitular ante el terrorismo islámico", advirtió el ministro alemán del Interior, Otto Schily, al cumplirse 30 años del atentado palestino contra la delegación israelí, que enlutó los Juegos Olímpicos de Múnich . Sus palabras tienen una resonancia especial, no sólo ante la proximidad del primer aniversario del 11 de septiembre, sino también ante el telón de fondo de la violencia que sacude al Medio Oriente.

Conflicto candente

Tres décadas han pasado sin que el conflicto palestino-israelí haya podido superarse. Las perspectivas de entendimiento parecen cada vez más remotas, ante la negativa de los grupos extremistas a deponer la violencia y el rechazo del gobierno israelí a acoger propuestas de paz como la formulada por la Unión Europea. Más grave aún: el primer ministro israelí, Ariel Scharon, dio por caducados los acuerdos de Oslo de 1993, en una entrevista que publica este viernes el periódico Maariv.

En medio de esta sombría atmósfera, el aniversario del golpe terrorista de Múnich debería servir también de advertencia y exhortación a buscar fórmulas de diálogo que impidan continuar el derramamiento de sangre, hoy tan repudiable e inútil como ese 6 de septiembre de 1972 en que un comando palestino secuestró a 11 deportistas israelíes. Dos de ellos fueron asesinados al comienzo de la operación. Los nueve restantes murieron en la balacera que se desató cuando la policía intentó abatir a los extremistas, en un aeropuerto cercano a Múnich.

Circunstancias fatales

Hasta el día de hoy no se han aclarado del todo las circunstancias en que perecieron los jóvenes israelíes y se sigue discutiendo acerca de los errores cometidos en esa operación policial que terminó en desastre. También persisten los reproches a los responsables de esa época, por no haber impuesto un cerco de seguridad eficaz en la aldea olímpica. Pero Alemania quería precisamente desembarazarse de la imagen militarista que exhibió en las Olimpiadas de 1936, bajo el régimen nazi, y se intentó reducir al mínimo la presencia de fuerzas de vigilancia.

El país anfitrión no reconoció jamás tener responsabilidad por lo ocurrido. Aún así, Alemania acaba de entregar una suma de 3 millones de euros a los deudos de los deportistas asesinados, según informó el ministro Schily. Un gesto que, según las autoridades, no implica admitir culpa alguna, pero que pone fin a una situación penosa, en la que por décadas los familiares de las víctimas exigieron indemnización ante los tribunales.

Sin embargo, el capítulo de lo acontecido en Múnich no puede ni podrá darse por cerrado, en tanto el terrorismo siga cobrando víctimas, en Europa, el Medio Oriente o cualquier lugar del mundo. Y esa realidad se hace ahora más patente que nunca, a pocos días del 11 de septiembre.