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El nuevo desafío africano

9 de julio de 2002

El nacimiento de la Unión Africana fue proclamado solemnemente en Durban. Con la mirada puesta en la Unión Europea, la entidad aspira a ser más que una prolongación de su antecesora, la Organización de Unidad Africana.

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Las banderas de los miembros de la Unión Africana ondean en Durban.Imagen: AP

Las metas son ambiciosas. La Unión Africana (UA), con sus 800 millones de habitantes, aspira a lograr la integración del continente y, sobre todo, a fomentar su desarrollo económico. La componen los 53 países miembros de la disuelta OUA, cuyo objetivo inicial de liberarse del colonialismo ya ha quedado superado.

La idea de la Unión no es nueva. Surgió hace ya medio siglo, pero quedó sepultada en los archivos, ante los sucesivos cambios de gobierno y los conflictos que sacudieron la región. Uno de los impulsores de la iniciativa para revivirla ha sido el líder libio, Muammar el Gaddafi, quien en las décadas pasadas fracasó en materializar sus sueños panárabes. Ahora, buscando salidas al aislamiento internacional, apuesta por la carta africana.

El modelo europeo

Aunque la integración económica y política se vea aún remota en África, la UA se propone asumir un modelo semejante al de la Unión Europea. Por ejemplo, contará con un parlamento común, un banco central y una corte de Justicia. Además está previsto crear un Consejo de Paz y Seguridad, al estilo del que posee la ONU. Su misión consistirá en buscar solución a los conflictos regionales y se prevé dotarlo de atribuciones para enviar tropas de paz a las zonas en crisis.

Este es uno de los grandes desafíos del continente, que la antigua OUA no logró enfrentar con éxito. El secretario general de la ONU, Kofi Anan, hizo notar que la nueva Unión es depositaria de grandes esperanzas, pero sólo tendrá la fuerza que le confieran sus propios integrantes. Y puntualizó que los estados no deben derivar dicha fuerza del poderío militar, sino del respaldo que les brinden sus ciudadanos.

Reformas imprescindibles

En este contexto se hace patente también la necesidad de reforzar las instituciones democráticas y la transparencia administrativa. Por eso, se prevé establecer mecanismos internos de control, que permitan combatir eficazmente la corrupción y el autoritarismo.

Claro está que los logros no se verán de la noche a la mañana. Las estructuras de poder existentes en diversos países se adaptarán con dificultad a las nuevas directrices, y habrá sin duda sectores empeñados en mantener vigentes los sistemas que les reportan privilegios. Por otra parte, si se piensa en casos como el del Congo o Libia, se advierte rápidamente que aún queda un largo trecho para instaurar una democracia que genere confianza en el exterior. Y, mientras ello no ocurra, las inversiones extranjeras tampoco fluirán en el volumen deseado al continente.

Pese a las incertidumbres aún existentes, en África se ha impuesto la convicción de que sólo el esfuerzo conjunto permitirá a la región salir de la postergación económica actual. Ahora el reto principal es combatir la pobreza y cimentar el respeto de los derechos humanos. Y la nueva organización ha de servir de marco a ese propósito.