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El fantasma iraquí

7 de agosto de 2002

Un ataque contra Irak podría tener imprevisibles consecuencias; también en el ámbito económico. Así lo ha indicado el canciller Gerhard Schröder, mientras el tema continúa levantando olas en la política alemana.

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Saddam Hussein, en reunión con la cúpula militar en Bagdad, el 5 de agosto.Imagen: AP

La posibilidad de que se lleve a cabo un ataque estadounidense contra Irak ocupa desde hace días un lugar destacado en la discusión política alemana. De seguro seguirá allí un tiempo más, en tanto no se definan claramente las intenciones estadounidenses. Mientras sigan llegando declaraciones inquietantes del otro lado del Atlántico, en Europa no queda más remedio que reflexionar al respecto.

Deficiencias europeas

Lo ideal sería, ciertamente, acordar una posición europea mancomunada sobre el punto. Sin embargo, la política exterior y de defensa conjunta de la UE, en la práctica, es aún una utopía. En la guerra de los Balcanes quedó años atrás de manifiesto que el viejo mundo no estaba en condiciones de resolver sus conflictos sin ayuda estadounidense. Y acaba de corroborarlo el reciente altercado en torno a la isla del Perejil, en el que los europeos no consiguieron hablar con una sola voz. Cuánto más complejo no será el asunto tratándose de un problema de marca mayor, como el de Irak.

En consecuencia, se piensa en voz alta y se intenta definir posturas. Es lo que viene haciendo desde hace un par de días el canciller alemán, Gerhard Schröder. Trátese o no de una estrategia electoralista, lo cierto es que las palabras del jefe de gobierno alemán, negándose a nuevas aventuras bélicas, no caen mal al electorado. Pero el asunto no fue ideado en Berlín y el tema se impone por su propio peso, no sólo en la capital alemana.

¿Inquietud prematura?

Schröder ha advertido también que un ataque contra Bagdad podría desbaratar la alianza internacional contra el terrorismo. Y no es el primero en dar semejante voz de alerta. Baste escuchar la voz de los países árabes al respecto. Por su parte, el ministro alemán de Relaciones Exteriores, Joschka Fischer, manifiesta gran preocupación ante una eventual escalada militar que, a su juicio, conlleva un "riesgo enorme, casi incalculable".

Puede uno preguntarse si no será prematura la inquietud por un ataque que aún tiene el carácter de un fantasma y no cobra ribetes definidos. Pero tampoco se pueden ignorar los indicios provenientes de Washington. La meta inicial de forzar a Saddam Hussein a permitir las inspecciones de armas -algo que sigue en primer plano en el discurso de los europeos-, por lo visto ha pasado a segundo lugar en Estados Unidos. La Casa Blanca ya no oculta su deseo de derribar al dictador iraquí.

El papel de la ONU

Esto pone en una difícil posición a la ONU. Su cometido, plasmado en las correspondientes resoluciones del Consejo de Seguridad, sigue siendo velar por impedir que Bagdad vuelva a contar con arsenales de exterminio masivo. Evidentemente debe cuidarse de no caer en las trampas que puede intentar tenderle Bagdad, y hace bien en exigir claridad. Pero hablar de derrocar a Saddam Hussein ya es asunto diferente.

En Alemania, dejando de lado las recriminaciones recíprocas propias de la campaña electoral, se percibe un consenso básico: la autoridad para adoptar medidas de fuerza con respecto a Irak debe ser privativa de las Naciones Unidas. Fuera de ese marco, cualquier acción sería, en efecto, una arriesgada aventura.