El enemigo a vencer
2 de noviembre de 2008A estas alturas, jornada 11, lo que sorprende no es que el 1899 de Hoffenheim ostente el liderato de la tabla general en el torneo 2008-2009 de la Bundesliga. Lo que maravilla a los espectadores neutros, y atemoriza a los contrarios, es la efectividad de un fútbol moderno, practicado por jugadores que carecen de renombre y que, hoy por hoy, deben ser el objeto de estudio más codiciado entre los scouts y espías del fútbol germano e internacional.
No en balde, en las tribunas del estadio Carl-Benz de Mannheim (no confundir con la Mercedes Benz Arena en la que juega el VfB Stuttgart) se apareció de la manera más subrepticia Paul Breitner, el ex defensor y hoy directivo del Bayern München, para ver el Hoffenheim-Karlsruhe.
Enemigo a vencer
En una palabra: el 1899 de Hoffennheim, el cuadro que ascendió apenas de la segunda división y que podría convertirse en leyenda moderna del fútbol germano, es hoy por hoy el enemigo a vencer en el máximo circuito.
¿Cuáles son las armas que lo mantienen allí por tercera jornada consecutiva, sin que se aprecien signos de debilidad en el cuadro? En primer lugar, una mentalidad estrictamente moderna en la concepción del fútbol por parte del técnico Ralf Rangnick. Lo vimos claramente en el encuentro en el cual Hoffenheim, a partir del momento en que se decidió, arrasó por completo a Karlsruhe (la sensación del torneo anterior).
Poder, velocidad, precisión, inteligencia, e incluso talento, se combinan en los avances de una delantera letal, conformada por el nigeriano Chinedu Obasi (verdaderamente sensacional en los últimos dos encuentros), el senegalés Demba Ba y el bosnio Vedad Ibisevic, que marcha ya con 13 goles en once jornadas como líder en la clasificación individual de goleo. Entre Ibisevic, Obasi, Ba y otro bosnio, Sejad Salihovic, se conforma ya una cuenta impresionante de 28 goles de los 31 de Hoffenheim, en 11 encuentros.
El discreto encanto de la media cancha
Otro elemento decisivo, aunque más discreto, es la efectividad en la media cancha, con el brasileño Carlos Eduardo y Salihovic, como volantes de ida y vuelta, mientras que el alemán Tobias Weis cumple labores de contención. La cadena en la media cancha sirve como enlace perfecto para las arremetidas imparables de Obasi, Ba e Ibisevic y, por ello, participa en buena medida del éxito de este conjunto.
El resultado son acciones rapidísimas, europeas en toda la forma, con un ritmo inusual que causa desconcierto en el a veces aplomado balompié teutón.
Todo ello causa euforia inusitada en el máximo circuito de la Bundesliga. Pero suele suceder que, en esta liga, los ataques de entusiasmo son efímeros y, en ocasiones, son una auténtica invención de la mercadotecnia futbolística local.
Venenos y antídotos
¿Será éste el caso del Hoffenheim? No, porque si bien se tenía registrado el meteórico ascenso del equipo patrocinado por la multinacional SAP, desde las ligas regionales hasta lo más alto de la tabla de la primera división, nadie contaba con que exhibiera tales niveles de desempeño. Se esperaba, más o menos, una presencia como la que tuvo el Karlsruhe la temporada anterior.
Pero también hay espacio para la desmitificación. Se especula, exagerada y tempranamente, sobre si Hoffenheim será capaz o no de sostener su jerarquía en competencias europeas. Para ello, claro, primero deberá mantenerse en los primeros lugares de la tabla. Y, como se ha dicho, en lo sucesivo los demás equipos irán con todo en contra del sensacional líder.
Además, en el fútbol hay un antídoto para cada veneno. Finalmente, Hoffenheim no está reinventando el fútbol sino aplicando efectivamente fórmulas conocidas: el toque preciso, la movilidad permanente, el uso racional de la capacidad atlética, el ataque como mejor forma de defensa, entre otras.
Si algún estratega logra contrarrestarlas (aunque sea a golpes, como lo intentó Karlsruhe en los últimos minutos del encuentro), el encanto podría apagarse.
Ingenuidad contra aristocracia
La ventaja del Hoffenheim, creemos, es de otra índole. El equipo más joven de la liga (23 años en promedio) ha jugado así porque en realidad tiene hambre de conquistar el campeonato. Porque ha reclutado a jóvenes anónimos que ponen todo en la cancha para dejar de serlo. Que ven en cada partido una oportunidad de ser figuras. Y que, simple y sencillamente, dsifrutan de jugar tan bien al fútbol.
Ello lo diferencia del Bayern, que aprieta sólo cuando debe y cuando tiene ganas de hacerlo. Además, lo aleja de la inconsistencia que hoy parece consustancial al fútbol germano contemporáneo, y que hoy encarnan el Schalke 04, el Hamburgo, el Hertha de Berlín, el Werder Bremen y, sobre todo, el Wolfsburgo de Felix Magath.
No es casualidad que además de Hoffenheim y Bayern, el único contendiente sólido al campeonato, tras lo que vinos en la jornada 11, sea otro cuadro joven, veloz y goleador: el Bayer Leverkusen, que lleva dos perdidos y ocho ganados en sus últimos diez partidos.
Patrick Helmes y Stefan Kießling son para el Bayer lo que Ba y Obasi para Hoffenheim. Lo mismo puede decirse del chileno Arturo Vidal respecto a Carlos Eduardo, o de Tranquillo Barnetta como contraparte de Salihovic.
El torneo 2008-2009 podría decidirse, pues, a través de un dilema casi filosófico: triunfará la opulencia absorta en sus propias expectativas (Bayern München), o la ambición químicamente pura de quien, en su fresca ingenuidad, ve el campeonato como un logro paulatino, y no como una herencia natural de la historia.