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"El destino de los norteamericanos es singular"

Tina Gerhäusser / PK29 de julio de 2005

La obra de Alexis de Tocqueville "La democracia en América" (1835), sigue vigente hasta hoy. El 29 de julio se cumple el 200 aniversario del nacimiento de Tocqueville. DW-WORLD presenta una entrevista ficticia.

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Alexis de Tocqueville: un francés conocedor de los EEUU.Imagen: nbd


DW-WORLD: Sr. Tocqueville, ¿cuál es la diferencia entre la democracia en los EEUU y las democracias europeas?

Alexis de Tocqueville: La gran ventaja de los norteamericanos es que arribaron a la democracia sin tener que pasar por una revolución y que nacieron iguales, en lugar de transformarse en iguales.

¿Por qué es una ventaja?

Los habitantes de los Estados Unidos nunca estuvieron separados por derechos especiales. Nunca conocieron las interrelaciones entre súbditos y dominadores. Y como no temieron ni se odiaron mutuamente, tampoco sintieron nunca la necesidad de llamar a un jefe de Estado para que condujera sus intereses. El destino de los norteamericanos es singular: de la aristocracia de Inglaterra asumieron la idea del derecho de cada uno y el sentido de las libertades locales. Y lograron conservar ambos, porque no tuvieron que combatir contra aristocracia alguna.

¿Son los norteamericanos mejores demócratas?

No creo que en general exista en Europa más egoísmo que en Estados Unidos. La única diferencia es que el provecho propio allí es una idea ilustrada y entre nosotros, no. Todos los norteamericanos saben sacrificar parte de sus ventajas privadas para salvar el resto. Nosotros queremos conservarlo todo y a menudo lo perdemos todo.

¿Podría explicarlo más detalladamente?

Un estadounidense se ocupa de sus cosas como si estuviera solo en el mundo y luego se dedica a la comunidad como si hubiera olvidado su propio mundo. Ora parece dominado por la avidez y ora parece fundirse todo en su alma. En efecto, los norteamericanos están convencidos de que la libertad es la mejor herramienta y la más efectiva garantía de su bienestar. Y aman ambas cosas, una por la otra. No piensan que la comunidad no es cosa de ellos. Al contrario, creen que su principal tarea es asegurarse un gobierno que les permita acceder a los bienes a los que aspiran y no les prohíba disfrutar en paz lo conseguido.

Ud. habla del deseo de paz. Gran parte de la población norteamericana apoyó, sin embargo, al Gobierno en la guerra de Irak contra Saddam Hussein.

Que Estados democráticos, como los EEUU, también van a la guerra lo predije ya en 1840, en el segundo volumen de mi obra "La democracia en América". Preví que todos los gobernantes belicistas que aparecen en los grandes pueblos democráticos iban a llegar a la conclusión de que les sería más fácil obtener la victoria con sus ejércitos que dejarlos vivir en paz luego de la paz. Hay dos cosas que siempre le resultarán difíciles a un pueblo democrático: comenzar una guerra y terminarla.

¿Implica la guerra una pérdida de democracia?

La guerra no siempre pone a los pueblos democráticos a merced de un gobierno militar. Pero multiplica en esos pueblos inevitablemente y en gran medida los poderes de los gobiernos. La guerra centraliza en sus manos casi obligadamente la dirección de todos los seres humanos y el uso de todas las cosas. Si bien no desemboca repentina y violentamente en el dominio de lo arbitrario, sí lleva, por la costumbre y sin que nadie se dé cuenta, en esa dirección.

¿Qué otra cosa le ha llamado la atención? ¿Qué relaciones tienen los norteamericanos con los representantes de otras democracias?

En sus relaciones con extranjeros, los americanos son muy susceptibles cuando se los critica e insaciables cuando se los alaba. Si le digo a un norteamericano que su país es bonito, me dirá que "¡efectivamente, no hay nada igual en el mundo!". Cuando admiro la libertad de que gozan sus habitantes, me responderá: "La libertad es un regalo precioso. ¡Pero qué pocos pueblos son dignos de ella! Cuando menciono la pureza de las costumbre en los Estados Unidos, dirá: "comprendo que un extranjero al que le ha llamado la atención la corrupción de las costumbres en otros países se sorprenda por ello". Al final le sugieron que emita un juicio sobre sí mismo, pero él se dirige a mi y no se va hasta no haberme obligado a repetir lo que ya había dicho. Es el amor a la patria más incómodo y verborrágico imaginable.

¡Ud. habla como francés, Sr. Tocqueville!

¡No! Los ingleses, por ejemplo, son muy diferentes. Si un extranjero los critica, ello no los molesta. Y las alabanzas casi nos los halagan. Se comportan ante el resto del mundo con una reserva desdeñosa e ignorante. Su orgullo no necesita ser alimentado, sino que vive de sí mismo.

Alexis de Tocqueville nació en París el 29 de julio de 1805. Estudió abogacía y fue juez. Por encargo del Gobierno francés viajó a la edad de 26 años a los Estados Unidos, para estudiar el sistema jurídico y los establecimientos penales. Pasó los años 1831 y 1832 en los Estados Unidos. Luego de su regreso publicó en 1835 un volumen y en 1840 un segundo de un libro muy vendido, titulado "La democracia en América". Alexis de Tocqueville está considerado hasta hoy como une excelente conocedor de los Estados Unidos. Murió en 1859 en Cannes. Las respuestas en la entrevista ficticia son citas de su obra.