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El amargo voto de castigo

4 de febrero de 2003

Fortalecida por su aplastante victoria en dos elecciones regionales, la oposición alemana instó al gobierno a enmendar rumbo, mientras el canciller reconoció haber sufrido una de "las derrotas más amargas" de su carrera.

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Tarjeta roja para el canciller Gerhard Schröder.Imagen: AP

La pérdida de apoyo ciudadano que sufre el gobierno del canciller alemán, Gerhard Schröder, no tiene precedentes. La estrepitosa derrota sufrida por su partido socialdemócrata (SPD) en dos estados federados -Baja Sajonia y Hesse- ya había sido anticipada por las encuestas. Pero eso no le resta carácter lapidario al voto de castigo del electorado, que no obedeció tanto a los problemas regionales en discusión, sino al generalizado descontento con la política que lleva a cabo el gobierno federal en materia económica y tributaria.

En consecuencia, no se trata sólo de un desastre electoral de repercusiones provinciales. Los sondeos indican que también a nivel nacional la popularidad del SPD ha caído con una rapidez inusitada a los niveles más bajos que se recuerden. En sólo 4 meses transcurridos desde los comicios generales, la decepción se ha generalizado. La conclusión es contundente: si hoy el pueblo tuviera que acudir a las urnas en Alemania, la coalición de socialdemócratas y verdes sería catapultada a las filas de la oposición, pese a que los ecologistas mantienen sus buenas cuotas de respaldo electoral.

Vientos en contra

El gran perdedor de las elecciones en Gerhard Schröder. El canciller lo sabe y asumió la responsabilidad por la debacle, aunque descartó de plano la posibilidad de abandonar el ruedo. Nadie creía seriamente que el jefe de gobierno pudiera pensar en dejar el cargo, pese a las demandas de renuncia que de tanto en tanto se lanzan desde las bancas opositoras. Sin embargo, está claro que los vientos soplan en su contra.

Nada menos que la Baja Sajonia, que Schröder gobernó por años con éxito y es considerada la cuna de su poder, pasó ahora a manos cristianodemócratas, lo cual no deja de tener valor simbólico. Con ello, la oposición ha logrado ampliar su mayoría en el Bundesrat, la cámara en que están representados los estados federados y que debe aprobar gran parte de las reformas proyectadas por Berlín. Pero no es la primera vez que la correlación de fuerzas difiere en ambas cámaras y la oposición conservadora asegura no tener la voluntad de llevar a cabo una política de bloqueo absoluto, de manera que ello no significará necesariamente la parálisis del gobierno.

Etapa crucial

Lo más grave para Schröder es la pérdida de confianza de los alemanes, en un momento en que el país se debate en la necesidad de efectuar cambios estructurales profundos, y probablemente dolorosos, para salir de una prolongada crisis económica y un problema de desempleo virtualmente crónico. Esto sin mencionar la delicada encrucijada internacional en que el gobierno se ha metido, quemado sus naves diplomáticas para tratar de evitar una guerra contra Irak, altamente impopular entre los alemanes.

La única salida para el canciller consiste pisar el acelerador reformista, en consonancia con los deseos de la oposición. Eso implica aplicar medidas de corte neoliberal que, probablemente, le acarrearán disgustos con los sindicatos y los sectores más tradicionales de su propio partido. No obstante será difícil que las bases socialdemócratas le den la espalda más de lo que lo han hecho en las elecciones de Hesse y la Baja Sajonia. En este aspecto, Schröder ya no tiene mucho que perder.