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El último tango en Berlín

20 de septiembre de 2002

La ministra de Justicia alemana tuvo que dar explicaciones a la prensa y aclarar que no comparó a Bush con Hitler, mientras la oposición trataba sacar dividendos del episodio, en la jornada final de la campaña electoral.

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La ministra Däubler-Gmelin, en el centro de la atención periodística.Imagen: AP

En lugar de broche de oro, la campaña electoral alemana tuvo un cierre inesperadamente turbulento, que ha levantado olas incluso al otro lado del Atlántico. En el bando gubernamental, el supuesto traspié de la ministra de Justicia, a la que la oposición acusa de haber comparado al presidente estadounidense con el dictador nazi, amenazó con empañar el buen humor provocado por las últimas encuestas previas a la elección, favorables a socialdemócratas y verdes.

Revuelo con precedentes

La tentación de remitirse a grandes figuras del nacionalsocialismo para enfatizar la crítica contra algún político ha causado problemas en más de una ocasión en Alemania. El caso más bullado data de hace más de una década, cuando el entonces canciller alemán, Helmut Kohl, comparó a Mijail Gorbachov con Göbbels, por su hábil manejo de los medios de comunicación.

El desliz le valió una andanada de reproches y críticas socarronas a Kohl y perjudicó, sin duda, su imagen internacional. Pero sólo por un tiempo. Hoy es sólo una anécdota que pocos recuerdan. Y, por cierto, no la única de esta naturaleza.

Desmentido ministerial

La ministra de Justicia alemana, Herta Däubler-Gmelin, no sería pues la primera en incurrir en esta falta de tino político, si efectivamente hizo la comparación que se le atribuye. Según el periódico que difundió la historia, la abogada socialdemócrata opinó que Bush recurría a una guerra con Irak para distraer de problemas internos. Y añadió que también Hitler había utilizado ese método.

Ella, desde luego, niega categóricamente haber hecho una comparación y denuncia una tergiversación por parte de la prensa. Y, en realidad, su trayectoria no da pie a suponer que haya pretendido establecer semejante símil. En consecuencia, junto con manifestar su pleno respeto al presidente estadounidense, la ministra rechazó en forma tajante las demandas de renuncia emanadas de la oposición conservadora.

La confianza de Mr. Bush

Sea como fuere, el episodio no ha hecho más que añadir otra pizca de pimienta a las relaciones entre Alemania y Estados Unidos, que ya han tenido épocas mejores. De hecho, en Washington muchos están molestos por lo que consideran una instrumentalización de los desacuerdos políticos con fines electorales.

El deterioro de los lazos con Estados Unidos, derivado de las divergencias con respecto al caso iraquí, es el precio de el canciller Schröder estuvo dispuesto a pagar por conquistar votos en la esfera pacifista, en opinión del New York Times. De acuerdo con este periódico, que cita a una funcionaria estadounidense, el resultado es que "Mr. Bush ha perdido la confianza en Mr. Schröder".

Dividendos internos

Las consecuencias que ello podría acarrear, de ser correcta la apreciación citada, resultan difíciles de aquilatar a mediano plazo. Pero, en Alemania, el plazo que más interesa es el que vence el 22 de septiembre, cuando la ciudadanía concurra a las urnas. Y, por lo que indican los sondeos más recientes, Gerhard Schröder parece haber dado en el blanco. Su ventaja con respecto a su rival conservador, Edmund Stoiber, en cuanto a popularidad personal, ha seguido aumentando. En lo que respecta a los partidos, la Socialdemocracia y Los Verdes llegan a la recta final adelantando por escaso margen a la Unión Cristianodemócrata/Cristianosocial y al Partido Liberal.

Pero Schröder, desde luego, tampoco puede perder de vista lo que ocurre en Washington. Por eso, insistiendo en que las acusaciones contra su ministra carecen de fundamento, aseguró en un mensaje personal a Bush que en su gabinete "no hay lugar para para nadie que vincule al presidente estadounidense con un criminal".