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EE.UU. - Irán: jugando con fuego

8 de mayo de 2019

Hace un año, Estados Unidos abandonó el acuerdo atómico con Irán. En este lapso han escalado las tensiones en la región y las relaciones transatlánticas no han mejorado, indica Matthias von Hein.

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Iran l Teilausstieg aus dem Atomabkommen
Imagen: picture alliance/dpa/A. Taherkenareh

Al cumplirse un año de que Estados Unidos diera la espalda al acuerdo nuclear con Irán, las tensiones han escalado en el golfo Pérsico. El pasado domingo (05.05.2019), el asesor de Seguridad Nacional estadounidense, John Bolton, conocido como un halcón en el tema iraní, hizo sonar los sables y anunció el envío de un segundo grupo de portaviones al golfo. La medida sería, supuestamente, una reacción a "claros indicios” de planes de ataque iraníes, sobre los que no se entregaron mayores detalles.

Independientemente de que el envío de las naves, al parecer, ya estaba planeado desde hace tiempo, el portaviones Abraham Lincoln lanza "una señal inequívoca”, como lo expresó Bolton, ya por su propia historia. Desde la cubierta de ese buque, el entonces presidente George W. Bush proclamó su triunfo en la guerra de Irak, afirmando: "misión cumplida”. Hoy no solo sabemos que esa guerra distaba de haber terminado en mayo de 2003. Sabemos también que los argumentos con que se justificó esa invasión eran una absoluta falsedad. Toda la región se precipitó en el caos y la inestabilidad. Con la invasión estadounidense, el terrorismo islamista cobró impulso y se sembró la semilla del así llamado "Estado Islámico”.

Objetivos estadounidenses

Un año tras la retirada del acuerdo nuclear, la retórica de algunos líderes políticos estadounidenses se asemeja hoy inquietantemente a la que se escuchaba en Washington antes de la guerra de Irak. Y cabe suponer que el objetivo de la "máxima presión” generada por Estados Unidos no es en primer lugar provocar un "cambio en el comportamiento  iraní”, sino un cambio de gobierno.

DW Kommentarbild Matthias von Hein
Matthias von Hein.

Las sanciones estadounidenses, aplicadas en forma unilateral y reñida con el derecho internacional, derivan ni más ni menos que en una guerra económica. El intento de reducir a cero las exportaciones iraníes de petróleo es una variante moderna del sitio medieval. En Irán hay una inflación galopante. Aumentan el desempleo, la desesperanza y, efectivamente, también la presión sobre el régimen. Principalmente, sobre las fuerzas moderadas del aparato gubernamental. Se fortalecen en cambio aquellos que siempre advirtieron contra un acercamiento a Occidente, que se desprestigió como contraparte para pactar. Mucho más probable que un cambio de régimen en Irán–con consecuencias en extremo inciertas- es la posibilidad de cometer peligrosos errores de cálculo en un ambiente de hostilidad mutua. Un incidente militar involuntario, por ejemplo en el estrecho de Ormuz -por el que se transporta un tercio de los suministros de petróleo a nivel mundial-, podría desencadenar una guerra desastrosa.

Balance inquietante

La euforia de 2015, cuando se firmó el "Plan de Acción Conjunto y Completo” (JCPOA), los bailes de la gente en las calles, la apertura del largamente aislado Irán, el acercamiento económico… Todos esos no son más que recuerdos de un tiempo que parece muy lejano. También quedaron en escombros las esperanzas de un cambio interno en Irán desde que Donald Trump asumió como propia la agenda política de Arabia Saudita e Israel, y declaró a Irán raíz de todos los males del Oriente Medio.

Hay que puntualizar que el acuerdo todavía opera. La Agencia Internacional de Energía Atómica ha constatado entretanto 14 veces su cumplimiento por parte de Irán. Si bien, de los ocho firmantes, solo Estados Unidos ha abandonado el acuerdo, los restantes países no pueden ofrecer a Irán dividendos por su lealtad al pacto. Los europeos no han cesado de manifestar su voluntad de mantener con vida el acuerdo nuclear, e incluso crearon un instrumento para soslayar las sanciones estadounidenses. Pero este aún no ha mostrado mayor eficacia. Y, sacando cuentas de costos y beneficios, las empresas internacionales prefieren renunciar al mercado iraní que al estadounidense.

El balance de este año es sombrío: la fiabilidad de Occidente está en tela juicio. Las relaciones transatlánticas están perturbadas. Europa se muestra como un tigre de papel. En Irán ganan influencia los sectores más duros. Las tensiones aumentan en una región que es un foco de crisis altamente peligroso. En síntesis: el mundo se ha vuelto notoriamente más peligroso.

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